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Ochenta años de una gran amistad

Siempre nos quedará París. Y el Rick’s. Y el capitán Renault. Y Laszlo. Y ‘Casablanca’. Porque ver la película inmortal de Michael Curtiz es sospechar entre las brumas de un aeropuerto que es el comienzo de una historia de amor con el cine clásico. Siempre caeremos rendidos ante el magnetismo de Humphrey Bogat, Ingrid Bergman y su historia de amor imposible.

  • 27 nov 2022 / 01:00
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o chenta años han pasado ya desde que Rick Blaine (Humphrey Bogart) se despidiera de Ilsa Lund (Ingrid Bergman) en el brumoso aeropuerto de Casablanca. Ochenta años desde que la inolvidable cinta de Michael Curtiz viera la luz por primera vez en un cine de Nueva York. Lo que iba a ser un pequeño proyecto acabó convirtiéndose, pese al caos durante el rodaje, en uno de los grandes mitos de la historia del cine. Protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, Casablanca logró tres Oscar y, más de tres cuartos de siglo después de su estreno, se mantiene como una película de referencia y un icono para varias generaciones.

Algún día lo comprenderás. Vamos, vamos... ve con él Ilsa, le dice Bogart a una despechada Bergman a la que obliga a subir a un avión junto a su marido, Victor Laszlo (Paul Henreid). Después de toda una vida, todavía hay quienes no entienden por qué Rick renunció a su gran amor. De hecho, se cuenta que el rodaje arrancó sin saber el final, sin saber si sería Rick o Victor Laszlo quien se quedaría al lado de Ilsa.

Una cinta basada en la obra teatral Everybody comes to Rick’s, montaje, por cierto, que no se estrenó hasta que Casablanca se convirtió en un inesperado éxito cinematográfico. Inesperado, sí. Cuentan las crónicas de la época que en el rodaje de Casablanca todo fue bastante caótico y deslavazado. El protagonista era demasiado bajito para rodar algunas escenas, el pianista (Sam, encarnado por Dooley Wilson) no sabía tocar el piano, los documentos que eran un elemento clave en la trama -las cartas de libre tránsito- nunca existieron...

Ninguno de los productores guionistas, actores, ni siquiera el director que filmaron Casablanca en los estudios de Warner Bros. -sólo las escenas del aeropuerto se rodaron en exteriores- pensaban que la cinta que se estrenó el 26 de noviembre de 1942 en el Teatro Hollywood de Nueva York ganaría tres Oscar de la Academia: mejor película, mejor director y mejor guión.

No en vano Rick era el primer personaje “romántico” -en sentido estricto- para Humphrey Bogart, cuya elección fue algo polémica. Se llegó a decir que el papel lo rechazó Ronald Reagan. Con el paso de los años Reagan se convertiría en presidente de los Estados Unidos. Bogart en leyenda. La película mantiene el mismo poder de fascinación que entonces, pero el filme se percibe de muy distinta manera y mientras hoy se ve, ante todo, como una historia romántica, en 1942 lo que más se apreció fue su mensaje político.

Casablanca ocupa el primer puesto en la lista Mayores historias de amor del cine elaborada por el Instituto Americano del Cine (Afi), por delante de películas cuyo argumento gira exclusivamente en torno a un romance como Love Story o An Affair to remember (estrenada en España como Tú y yo).

Pero Casablanca, como su nombre indica, es, en primer lugar, la historia de un microcosmos que reflejaba la situación creada por la Alemania nazi en Europa y en el norte de África. En esa ciudad del protectorado francés de Marruecos que dependía del régimen de Vichy, se dan cita refugiados de toda Europa que esperan, en una especie de limbo, un permiso para volar a Portugal y de allí a la tierra prometida: Estados Unidos.

La nacionalidad de los habitantes de ese microcosmos no es fruto de la casualidad: los refugiados y resistentes son de Centroeuropa, los franceses mantienen una actitud ambivalente de complicidad sin convicción con los nazis, los villanos son alemanes o italianos. Curtiz supo recrear también, de forma sencilla y sin trivializar, un relato de acción y drama en el que se muestra parte de la que fue la primera gran crisis de refugiados del mundo.

El protagonista americano, Rick, un ex combatiente de la Guerra Civil española convertido en cínico dueño de club nocturno interpretado por Humphrey Bogart, pasa de una actitud indiferente a implicarse en el conflicto y a ayudar a la causa aliada. La intervención de Rick permite que triunfe una operación de la resistencia y la historia es una metáfora de lo que EEUU podía lograr si abandonaba el aislacionismo. A Casablanca llegan de todas partes refugiados que huyen del nazismo con la esperanza de conseguir el salvoconducto que les llevará a Lisboa y después a Estados Unidos y, muchos de ellos, se reúnen cada noche en el Café de Rick.

Rick acaba siendo la última esperanza del líder checo y héroe de la resistencia Victor Laszlo, perseguido por los nazis, a pesar de que había sido amante de su esposa, Ilsa Lund, antes de que la entrada de las tropas alemanas en París les hubiera obligado a separarse. “Es una de las películas más excitantes y mordaces del año” decía la crítica publicada en The New York Times al día siguiente del estreno de la película el 26 de noviembre de 1942. Casablanca levantó algunas ampollas y, por ejemplo, la censura italiana y la española modificaron el doblaje del diálogo en el que se menciona que Rick Blaine había llevado armas a Etiopía en 1935 y en 1936 y se había enrolado en las Brigadas Internacionales para combatir contra el bando franquista en la guerra civil española. Rick es uno de los grandes héroes del cine de Hollywood, solo superado por Atticus Finch, Indiana Jones y James Bond, según la clasificación del American Film Institute que, en su selección de leyendas del cine, sitúa en lo más alto de la lista a Humphrey Bogart entre los actores, y en el número cuatro a Ingrid Bergman entre las actrices.

UN FILME “PATRIÓTICO”. El proyecto de Casablanca se empezó a gestar el 8 de diciembre de 1941 —al día siguiente del ataque japonés contra Pearl Harbor y el mismo día en que EEUU entró en guerra— cuando los autores de la obra de teatro en la que se basó luego el guión, enviaron una copia a los estudios Warner que, como el resto de la profesión en Hollywood, andaban buscando material para producir filmes patrióticos.

Tras visualizar Casablanca, la Oficina creada por el Gobierno para controlar que las películas “ayudaran a ganar la guerra”, hizo un informe muy positivo que señalaba que el filme, entre otras cosas, mostraba a “Estados Unidos como un refugio para los oprimidos”.

Asimismo subrayaba que el personaje de Rick, quien renuncia a la mujer amada para que esta siga al jefe de la resistencia y así favorecer la causa, “muestra que el deseo personal se debe subordinar al objetivo de derrotar el fascismo”.

En el informe se valora también el que ese personaje sea presentado como alguien que en el pasado “luchó con las fuerzas leales en España... lo que ayudará al público (estadounidense) a entender que nuestra lucha no empezó con Pearl Harbor”. En los años de guerra Hollywood produjo más de 2.000 películas que servían más o menos de propaganda bélica, pero Casablanca destacó desde un principio porque no es ni una historia de guerra, ni de espionaje propiamente dichas, y por la calidad de todos sus elementos desde la fotografía a los ocurrentes diálogos. El guión ha sido elegido el mejor de la historia del cine por la asociación de guionistas de Hollywood, y seis de sus réplicas figuran entre las 100 más logradas. Esto, habida cuenta que en la escritura del guión intervinieron al menos tres guionistas, amén del director Michael Curtiz y otros responsables, y que el filme se escribió prácticamente a la par que se rodaba, se considera un milagro.

LOS SECUNDARIOS, REFUGIADOS REALES. El guión deja un amplio espacio a las historias paralelas y a los personajes secundarios que son un elemento esencial de la Casablanca poblada de refugiados y oportunistas que se pretende mostrar. La calidad de esta representación debe mucho al hecho de que la mayoría de los intérpretes de papeles secundarios eran en la vida real actores alemanes o de países ocupados por el Tercer Reich que habían huido por ser judíos, homosexuales o contrarios al régimen. Algunos de estos refugiados tuvieron que hacer de nazis, como Conrad Veidt que encarna al mayor Strasser.

Curiosamente, no se hace mención específica en la película a las persecuciones contra los judíos, pese a que dos de los principales guionistas, los hermanos Julius y Philip Epstein, lo eran, como también muchos magnates de Hollywood.

Finalmente, la historia del triángulo amoroso formado por Rick, su ex amante Ilsa y el marido de ésta y jefe de la resistencia checoslovaca, Victor Lazslo, ayudó a la popularidad de la película desde el principio, y ha ido ganando más y más importancia a medida que se han ido olvidando las circunstancias de 1942.

Ya en ese msimo año, la revista del sector Variety, aconsejaba a los productores encargados de explotar el filme que “tuvieran en mente que la película da mucho peso al tema amoroso”. En las críticas actuales se pone el énfasis en este aspecto y el sacrificio de Rick no es visto ya tanto como el de alguien que pone los intereses colectivos por encima de los propios, sino como el de un hombre que se engrandece al tomar una determinación moral.

Casablanca, escribía recientemente un crítico del Apollo Guide, es “una película para todo aquel que haya perdido un amor”. Pero hace unas décadas, lo más llamativo era la actualidad del mensaje y los productores adelantaron el estreno, previsto para la primavera de 1943, porque a principios de noviembre de 1942 la ciudad de Casablanca había caído en manos de los aliados y estaba en la mente de todos.

LA INVASIÓN DE ÁFRICA. Cuando los Aliados invadieron el Norte de África en 1942, Warner quiso plasmar los hechos, alterando el final. La idea era situar a Rick y al Capitán Renault (Claude Rains) en mitad de la guerra. Afortunadamente, Rains se encontraba demasiado ocupado y el final quedó tal y como había sido grabado, como recomendó el productor, David O. Selznick,

EL TOQUE DE OTRO GRAN DIRECTOR. La secuencia de apertura de la cinta sitúa al espectador ante un plano inicial explicando cómo los refugiados de la II Guerra Mundial llegaron a Casablanca. En realidad, la imagen fue obra del cineasta Don Siegel, que más tarde crearía grandes títulos como Harry, el sucio o El seductor, ambas protagonizadas por Clint Eastwood.

TAMBIÉN EN LA PEQUEÑA PANTALLA. La cinta de Michael Curtiz traspasó la barrera cinematográfica y llegó a la televisión en dos ocasiones. La primera, entre 1955 y 1956; y la segunda en 1983. Una precuela del clásico que grabó cinco episodios y fue cancelada con tan solo dos capítulos emitidos.

EL REMAKE QUE PUDO SER Y NO FUE. El remake del famoso filme estuvo a un paso de hacerse realidad. Todo dependía del cineasta François Truffaut, que declinó el ofrecimiento de Warner Bros. afirmando además que “no era su película favorita de Bogart”.

DUDAS SOBRE ‘AS TIMES GOES BY’. Sam (Doodley Wison) nunca habría tocado As Times Goes By. La canción había sido escrita en 1931 por Herman Hupfeld para un musical de Broadway y se incluyó en la obra teatral en la que se basó la película. Pero Max Steiner (Lo que el viento se llevó) quería una pieza original, por que lo pidió reemplazarla. Por suerte, Bergman no podía volver a grabar esas escenas y el tema se mantuvo. Sam, uno de los personajes secundarios más recordados en la historia del cine, cantaba y tocaba la batería pero en su vida se había enfrentado a un piano. Por ello, las escenas las cubrió el pianista Elliot Carpenter.

UN PROBLEMA DE ALTURA. La perfecta pareja cinematográfica en realidad tenía sus diferencias. Bergman medía 1.75 metros, mientras que Bogart apenas llegaba al 1.73, por lo que el equipo tuvo que colocar cojines bajo el galán en las escenas en las que aparecían sentados y falsear la imagen cuando estaban de pie.

“TÓCALA OTRA VEZ, SAM”. Después de siempre nos quedará París, es una de las líneas más memorables del cine, pero nunca llegó a pronunciarse. Ilsa dice Tócala, Sam. Toca ‘As Time Goes By’, y Rick se une a la petición: La tocaste para ella, la puedes tocar para mí ¡Tócala!. La frase como la conocemos es en realidad el título original de la película Sueños de seductor, de Woody Allen

CITAS PARA EL RECUERDO. Siempre nos quedará París; Tócala otra vez, Sam; Creo que esto es el principio de una gran amistad y Capturen a los sospechosos de siempre, son algunas de las frases de Casablanca elegidas entre las 100 mejores citas según la American Film, convirtiendo el clásico en el filme que más citas ha regalado para la historia.

LA MAGIA DE LA IMPROVISACIÓN. La famosa escena en París quedó plasmada de tal modo gracias al esfuerzo titánico de Bogart y Bergman, que acababan de recibir el guión y no sabían cómo dar vida a dos enamorados. Entonces, Bogart se remontó a su ideario cinematográfico y recitó una frase de su última película. De ahí nació el famoso Esto es por ti, pequeña mientras la flamante pareja brinda.

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