Seísmo en el país anatolio

Malas prácticas, amnistías, fallas tectónicas y una respuesta difícil, el cóctel mortal del terremoto de Turquía

La Cámara de Constructores e Ingenieros del país avisa de que el 65% de los edificios está en riesgo de ser derribados por un seísmo

Malas prácticas, amnistías, fallas tectónicas y una respuesta difícil, el cóctel mortal del terremoto de Turquía.

Malas prácticas, amnistías, fallas tectónicas y una respuesta difícil, el cóctel mortal del terremoto de Turquía.

Adrià Rocha Cutiller

El panorama al que se enfrentan Turquía y Siria es desolador. El terremoto que arrasó el sureste del país anatolio y el noroeste del país árabe se ha cobrado ya más de 50.000 muertos, de momento. En cuestión de segundos, concretamente 94, un temblor de 7,6 en la escala de Richter arrebató miles de vidas a las 4.17 de la madrugada del lunes seis de febrero. Nunca, en la historia reciente de Turquía, murió tanta gente en tan poco tiempo; nunca, tantos millones lo perdieron todo —absolutamente todo, desde sus casas hasta sus ahorros, en muchos casos guardados bajo el colchón— de la noche a la mañana.

En los últimos días, en el país anatolio, se ha popularizado un dicho. No es una profecía porque los que dicen la frase la dicen a posteriori, después de que todo haya ocurrido ya. “Los terremotos no matan a nadie. Lo hacen las malas construcciones”, rezan los turcos. Algo, en las últimas décadas, se ha hecho mal. 

“El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan lleva años dando contratos a gente que no es necesariamente la más competente, sino que son los que más favorecen al ejecutivo, que busca darle juego a los suyos. Este es el mismo Gobierno que creó las regulaciones de construcción tras el terremoto de 1999, pero después se dedicó básicamente a dar amnistías a las construcciones ilegales”, explica Jenny White, profesora de la Universidad de Estocolmo.

Ese terremoto, el de 1999, ocurrió cerca de Estambul, y se cobró la vida de 17.000 personas. Del caos y la mala gestión del Ejecutivo que lidió con él —un Gobierno dividido, de coalición difícil, mal preparado—, surgió Erdogan y su nueva formación, el AKP, que prometió una reconstrucción entera para Turquía.

Se hizo. En los 20 años de poder del ahora presidente turco, el país anatolio es otro: ahora hay autopistas donde antes había carreteras destartaladas, aeropuertos y hospitales funcionales en todos lados, servicios en regiones que, hace dos décadas, habían vivido abandonadas en el ostracismo y la indiferencia política. 

Pero las prisas por construir y engordar la economía, según White, crearon problemas para el futuro. “Si un edificio no era construido según los estándares, el gobierno en vez de forzar el constructor a arreglarlo, empezó a anunciar amnistías, a entregar pequeñas multas para regularizar las construcciones ilegales. Todo esto eran favores dados al sector de la construcción, muy amigo del AKP. Muchos de estos edificios perdonados sucumbieron al terremoto”, asegura White. 

Placas tectónicas

Turquía, país que cierra el Mediterráneo por oriente, está recorrida por dos grandes placas tectónicas, de las más activas del mundo. La norte, a través de la costa del mar Negro, llega a Estambul, ciudad que, como Los Ángeles y San Francisco, vive bajo la profecía condenatoria de un hipotético gran terremoto en un futuro indeterminado. 

La falla sur en Turquía —la que vivió el terremoto— atraviesa grandes núcleos urbanos. Justo encima de esa placa tectónica se encontraban —y se encuentran, aunque ahora estén destruidas— las ciudades de Kahramanmaras, Antioquía, Gaziantep y otras. La mala geografía y las malas construcciones se juntaron esa dichosa madrugada. “Hace años que avisamos de estos problemas, que decimos que se tenía que hacer algo, y que todas estas amnistías eran peligrosas”, explicaba, hace unos días, Taner Yüzgeç, presidente de la Cámara de Constructores e Ingenieros de Turquía, al periódico ‘Cumhurriyet’: “Desgraciadamente, nadie escuchó nuestras voces”.

“Según nuestras estimaciones, el 65% de todos los edificios del país están en riesgo de ser derribados por un terremoto. En 2011, el Gobierno estableció un plan estratégico para identificar toda construcción peligrosa. El plan tenía que estar concluido en 2017. Nunca se hizo”, continuaba Yüzgeç, y que al final, la razón principal por la enorme cifra de muertos es, sobre todo, una: “La mala construcción. Por supuesto, un terremoto es un desastre natural. Pero se pueden reducir sus efectos. Por desgracia no ocurrió así”. 

Según White, sin embargo, hay más: “En un sistema político como el actual en Turquía, en el que la lealtad es lo más importante, la falta de especialización no importa. Erdogan ha puesto a sus allegados en los puestos clave del gobierno. El hombre al mando de los equipos de rescate es un hombre que no tiene experiencia alguna en este campo”, explica White. 

La persona en cuestión es Ismail Palakoglu, un teólogo de formación que tan solo había trabajado en el Ministerio de Asuntos Religiosos cuando fue puesto al mando del departamento de emergencias y desastres naturales. “No sé… —dice White—. Es difícil enumerar todo lo que salió mal”.