De Negreira a una cueva de León pasando por Madrid y Tenerife

Cuando apenas había dejado de vestir pantalón corto, Juan Manuel Pérez Alvite dejó su casa de Cornado, en el municipio de Negreira, para probar fortuna en Madrid, en donde aprendería los secretos de uno de los oficios más duros, el de hostelero. Los sacrificios realizados por este nicrariense obtuvieron recompensa gracias a su dedicación, a una gran profesionalidad y su enorme iniciativa. Porque después de diez años en Madrid decidió volar a un nuevo destino. Y así fue a parar a la isla de Tenerife, en donde estuvo 27 años hasta que retornó hace ya casi una década a Santiago.

Juan Manuel Pérez Alvite, que pese a la exigencia del trabajo guarda muy buenos recuerdos de todos sus destinos, conserva algunas inversiones en las islas Canarias y es propietario de la cafetería Samarkanda de la avenida da Liberdade compostelana, en el barrio de Santa Marta, y del local del mismo nombre que está abierto en el centro comercial Novo Milladoiro en la Travesía do Porto de la localidad amiense. Pero además también dirige un lugar emblemático en la capital gallega, el café Ferradura en plena alameda santiaguesa, justo al lado de la Puerta de los Leones.

La filosofía del Samarkanda no tiene horario ya que cubre todas las necesidades, que abarcan desde el café de la mañana a un vino y una tapa o una copa sin olvidarse del menú de mediodía o una buena cena.

Acostumbrado a trabajar toda la vida, a Juan Manuel Pérez Alvite le debieron parecer insuficientes tres locales, porque acaba de hacerse cargo de uno más, en este caso en la provincia de León. La idea partió de Chema Gómez López, su socio en este local, natural del Páramo por lo que conoce a la perfección toda la zona, y que es quien lleva el peso principal del establecimiento ubicado en la cueva de una antigua bodega que data del año 1608. En el centro del triángulo formado por la capital leonesa, Astorga y Benavente, en la localidad de Valdevimbre, restauró a la perfección el antiguo local. En un cruce de caminos los viajeros se encuentran con una gran sorpresa llamada Cueva Miñambres.

El restaurante rinde todo un homenaje a la tierra en la que se asienta con una carta dedicada a los productos locales. Destaca el lechazo, pero también cuenta con embutidos, morcilla, carnes rojas –algunas de ellas procedentes de Galicia–, e incluso alguna ensalada que muestra el carácter del restaurante como la que lleva puerros de Sahagún, con pimientos de Fresno de la Vega y vinagreta de cecina. A todo ello se suman los postres caseros elaborados al estilo tradicional leonés.

En su cocina solo entra producto de calidad y los platos se nutren con la frescura de todo lo que sale de los fogones porque, por poner un ejemplo, en las cámaras solo mantienen dos o tres chuleteros para ir pidiendo a medida que se consumen.

Y aunque ahora mismo la mente bulliciosa de Juan Manuel Pérez Alvite no está pensando en ningún nuevo proyecto –él mismo confiesa que “tiene la velas recogidas y está fondeado en la bahía”– atiende el alquiler de sus propiedades y un pequeño viñedo que posee en plena Ribeira Sacra, en Belesar, en donde elabora en cada cosecha 1.200 botellas que después pone a disposición de sus clientes . De hecho, la carta de vinos de Cueva Miñambres es espectacular, con cerca de 120 referencias en donde a su mencía se suman sobre todo vinos de tierras cercanas como los prieto picudo del Bierzo o los tintos de la Ribera del Duero.

Juan Manuel Pérez Alvite encarna lo que es un hombre hecho a sí mismo, a base de mucho trabajo y de grandes sacrificios. Y además demuestra estar en plena forma y con ganas de abanderar nuevos proyectos como el del precioso restaurante Cueva Miñambres.