Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h
|| cousas do demo ||

Y de subvención... una esquela y corona de flores (con dedicatoria a la hostelería)

Coincidiendo con la semana de Difuntos, y como si de una premonición se tratara, anunciaron el cierre de toda la hostelería, que ya sabemos que es el auténtico motor del coronavirus. Parece que es su razón de ser.

Menos mal que los políticos ya identificaron el mal y con este cierre pronto se recuperará la normalidad. Porque los centros comerciales siguen abiertos, las iglesias siguen abiertas, las aulas universitarias siguen abiertas, los museos siguen abiertos, los teatros siguen abiertos, los cines siguen abiertos... y los autobuses y trenes siguen funcionando. Pero todos ellos no crean peligro.

Según las cifras facilitadas por el Ministerio de Sanidad el pasado 16 de octubre, hace apenas tres semanas, en los bares y restaurantes en la semana anterior a la fecha señalada se produjeron el 0,7 % de los contagios, reduciendo así la cifra del 3,5 % que se reflejaba desde mayo.

POCOS CONTAGIOS. Son datos que dejan claro que el sector no es fuente de contagios. Las cifras están en línea con las de países como Inglaterra (3 %) y Holanda (3,8 %). Pero para insistir en eses datos oficiales, desde mayo solo dos establecimientos por cada provincia generaron un brote, según señala el Gobierno.

Con los bares cerrados se genera una duda. ¿Y qué hacemos en el fin de semana? Habrá que ir al supermercado o a la plaza de abastos a tropezar con la gente y guardar cola casi rozando a otras personas por la imposibilidad casi siempre de guardar las distancias. Porque eso no debe ser foco de contagio. El peligro está en el bar, donde las mesas no se pueden compartir y tienen que estar a metro y medio unas de las otras, donde hay que usar mascarilla para que te sirvan, donde hay que desinfectar la mesa con cada cliente, donde hay que limpiar los aseos con cada visita, donde la carta en papel dejó de existir por si acaso, al igual que los periódicos –por cierto no se conoce al lumbreras que propagó lo del contagio por medio de todo tipo de papel menos el higiénico–, e incluso donde no puedes levantarte a pagar y hay que hacerlo en la mesa para no cruzarse con nadie.

Y eso sí, hasta ahora solo podías acudir a los bares acompañado de las personas con las que convives, con las que ya pasas casi todo el día. Porque estas mentes tan privilegiadas de las que disfrutamos en este país y que se reúnen de cuando en vez, al rematar su faena vuelven a su casa con su pareja o sus hijos. No creo que muchos vivan en solitario. Porque los que viven solos están sufriendo un aislamiento social sin precedentes. No pueden socializar con nadie, ni para tomar un vino o un café. Castigados. Será por aquello de que no lleven el virus a casa y contagien al fantasma con el que comparten habitación o por si el aire o la ciencia infusa enferma al habitante de ese piso y traslada el virus a la calle.

Y DEMÁS FAMILIA. Dicen los expertos que la mayor parte de los contagios se producen en
reuniones familiares y de amigos en domicilios (un 11,4 %), dado que tienen lugar sin protocolos establecidos ni vigilancia y envueltos en un halo de confianza que invita a olvidarse de la mascarilla y a repartir abrazos y besos con el consiguiente peligro. Representan, por desgracia, el espacio con mayor riesgo. Pues si eses familiares decidieran reunirse en un restaurante –siempre que las autoridades lo permitan, faltaría más– sería muy difícil que el nivel de contagios alcanzara los niveles actuales ya que estarían amparados por las medidas que deben tomar los establecimientos y que hasta ahora solo derrocharon profesionalidad, dedicación y dinero para pelear contra el coronavirus.

LUGARES SEGUROS. El propio Ministerio de Sanidad reconoce que los bares o restaurantes son lugares seguros (menos de un caso por cada cien establecimientos), ya que cuentan con protocolos de higiene y seguridad muy estrictos. Habrá que recordarlos por si a alguien se le olvidan: las mesas no se comparten y están a metro y medio unas de las otras, es obligatorio usar mascarilla para que te sirvan, se desinfecta la mesa con cada cliente, se limpian los aseos con cada visita, la carta en papel dejó de existir al igual que los periódicos pese a que nadie se atreve a confirmar que el papel es una amenaza, e incluso te cobran antes de que te levantes para no acumular gente en la barra.

Pues en vez de permitir reuniones familiares en los bares, en donde se toman todas las medidas de precaución, lo que se hace es cerrarlos para que así las casas particulares acojan encuentros entre abuelos y nietos, sobrinos y tíos, y fiestas a las que también se invita a la demás familia, coletilla con la que finalizan las esquelas. Es como un anuncio de lo que pueden provocar las imprudencias. Ya tienen el ejemplo del ocio nocturno.

El cierre de pubs y discotecas se encontró con una respuesta contundente en forma de fiestas en pisos y de botellones al aire libre. Otros lumbreras los que no alcanzaron a ver lo que iba a suceder. Y aunque es cierto que la culpa es únicamente de los descerebrados que acuden a esas juergas, también hay que reconocer que con las medidas adoptadas los jóvenes no encontraron otra solución a su rebeldía nocturna.

La hostelería precisa más que nunca de la solidaridad. Y no se trata de limosnas ya que el dinero se invierte en una buena comida o en una bebida. No es una aportación a fondo perdido. Porque el sector precisa de todos. ¿Quién no conoce a un camarero o cocinero que muchas veces ejerce casi como psicólogo o incluso identificamos como ya de la familia después de muchas horas en su compañía? Pues llegó el momento de devolverle ese tiempo o los buenos recuerdos que guardamos de su local por aquella cena con los amigos o la pareja o en una comida familiar.

FUNCIÓN SOCIAL. ¿Cuántos novios o matrimonios fomentaron su relación en los bares? ¿Cuántas amistades se forjaron en el mostrador de la cantina? ¿Cuántos negocios se cerraron en torno a una mesa de un restaurante? ¿Cuántas confidencias tuvieron como testigo a la barra de la taberna? Y además, ¿cómo se cuantifica el servicio que dan bares y restaurantes a trabajadores que convierten ese local hostelero en su comedor en sus jornadas laborales? Ahora no le queda otra que echar mano de la fiambrera y comer frío. Todo muy bien pensado.

Pero ya no es eso. La hostelería es una parte de Galicia, como la Catedral o las rías, como la Torre de Hércules o la cascada del Ézaro, como nuestras playas o nuestros monasterios... Nuestros bares son una parte de esta comunidad que muestra nuestras cualidades gastronómicas y que siempre exteriorizó un carácter afable y muy social que es otro de los grandes atractivos turísticos por la calidad del producto que ofrecen, por su excelente atención y por el buen ambiente que traslada a nuestras calles. Pero tanto da.

ECONOMÍA LOCAL. El caso es que parece que hay una consigna para matar el sector. Pero eso sí, disimulando para que ninguno de eses que cobran sin falta todos los meses, incluso dietas sin ir al Congreso, lleven las culpas. Porque ellos lo hacen por el bien de los vecinos, sin pensar que los hosteleros también son vecinos que además aportan un 15 % del PIB del país y ayudan como pocos a la economía local. Si una persona gasta 50 euros en una comida, el propietario del bar podrá pagar a su distribuidor de vino y refrescos, a la panadería, a la carnicería, a la pescadería, a la frutería, al proveedor de los productos de limpieza... Y el camarero, con su sueldo, podrá comprar unos tenis para que el dueño de la zapatería gaste en el supermercado del barrio y la propietaria de ese ultramarinos acuda a la mercería de la calle y la dueña de la mercería pueda ir a cenar a ese restaurante con lo recaudado. Es una economía circular de apoyo al comercio local que en estos momentos se hace más necesaria que nunca y hasta está alentada por la alcaldesa de París, la socialista Anna Hidalgo, que recomendó a sus compatriotas, casi como imposición, que no compren en plataformas online mencionando explícitamente a Amazon.

Pero el sector está recibiendo un ataque mortal. Porque cerrar no es gratis. Hay que hacer frente a las facturas de luz con una potencia que no se usa, de un agua que no se consume, de una recogida de basura que no existe, de una cuota de autónomo sin trabajo, seguros sociales, pagar a los proveedores, el alquiler... y todo sin una moneda en la caja. Y si el Gobierno no ayuda, las empresas eléctricas o de servicios tampoco. Hay que pagar. Aunque no se ingrese nada, aunque no se pueda trabajar, el Estado pasará a cobrar su cuota. Y pobre del que no pague, que después llegan esos recargos que rozan el abuso.

AYUDAS POCO CREÍBLES. Y lo que aún es peor es que ya se cuenta con la experiencia de marzo. Y no fue muy buena. Las ayudas que se anuncian nada tienen que ver con la realidad. Dicen que dan tres mil y cuando se solicitan se convierten en cuatrocientos. Dicen que dan créditos pero aún alargándose esta situación no amplían los plazos, dicen que perdonan impuestos pero son los del año que viene que los de este ejercicio hay que pagarlos, hablan del ERTE pero después no puedes despedir aunque no se facture ni cerrar para no empeñarte más al tener que devolver el dinero de esa prestación... Bla, bla, bla. Todo palabrería. Política barata.

En vez de subvenciones ya solo falta que las ayudas a cada hostelero incluyan una corona de flores y una esquela gratis. Por gentileza de los políticos tan inteligentes... que además cobran cada mes aún sin trabajar. ¡¡¡Qué manda nabo!!!

08 nov 2020 / 10:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.