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historia. La hispanista y peregrina Georgiana King desvela la simbología del cruceiro del Cristo//Una fotografía recogida en uno sus libros confirma que fue desplazado TEXTO Juan G. Satti

Secretos de una cruz del ‘Finisterre en la niebla’

Georgiana Goddard King (1871-1939) fue una pionera hispanista, miembro de la Sociedad Hispánica de América​ y de la Real Academia Gallega, destacada medievalista, además de fotógrafa y profesora en el Bryn Mawr College, donde se educó, enseñó y luego creó el Departamento de Historia del Arte, el primero de Estados Unidos especializado en el arte español.

Entre 1913 y 1916 realizaría varios viajes a España junto a la fotógrafa Edith H. Lowber patrocinados por dicha Sociedad Hispánica, con el objetivo de recopilar datos y fotografías, tanto de la arquitectura medieval como de las costumbres locales, de forma metódica y organizada​. Fruto de estos viajes resultará su obra más conocida The Way of Saint James (ed. 1920), en 3 volúmenes, donde, tras recorrer el Camino de Santiago como peregrina, por la llamada Vía Aragonesa, cuenta su experiencia entrelazando el arte medieval, la literatura, la arqueología, la geografía, el folclore y el diario de viajes.

Thomas Walsh, crítico de libros del New York Times, escribió una reseña de su obra el 20 de marzo de 1921, en estos términos: “La señorita King recorre el camino con el celo, si no la fe, de los antiguos estoicos cuyos huesos yacen en los incontables cementerios lejanos y cercanos a los caminos de Francia y España. Tiene mucho que decir de la arquitectura de los santuarios y ciudades que una vez albergaron a las multitudes que venían a pie, y da muchos toques que iluminan las imágenes de los valientes tiempos en que los corazones de los hombres eran más jóvenes y libres de lo que parecen hoy. Su trabajo esboza un itinerario nuevo e interesante para el viajero serio; no descuida ningún detalle que pueda ser útil a cualquier aspirante a la concha de peregrino en el futuro” (On the Road to Santiago, Section B Page 7).

Cita la autora diversos peregrinos ilustres del medievo, pero le llama especialmente la atención Sebastian Ilsung, que había hecho el viaje en 1446, registra: “El cabo de Finisterre tiene dos millas de altura, rodeado y golpeado por el mar; están las huellas de nuestro Señor Santiago (Georgiana las compara con los Pasos de Buda en Ceilán) y una fuente que hizo con sus propias manos; también una especie de silla en la que se sentaron S. Pedro y Santiago y S. Juan”.

Dice Goddard: “Era un hombre astuto, con una sólida estimación de asuntos políticos y sociales, no descortés, y al mismo tiempo podía decir maravillas como que un perro prepara sándwiches, tal era la sensación de asombro. De todos los viajeros que he leído, solo él siente en Santiago cuán venerable, cuán inmemorial es el santuario, y aquí, de nuevo, se sobrecoge de frente al imponente Cabo (de Finisterre)”.

Giorgina sigue su itinerario y parece ser que se encuentra la iglesia de Fisterra cerrada pues solo apunta: “Tanto Corcubión como Finisterre tienen buenas iglesias, de ábside cuadrado, tipo torre, pero nada le deben a Santiago”.

Continúa hacia el Fin del Camino: “En el Cabo, la gente habla de El Cabo como nosotros del Cabo Norte y ese de Buena Esperanza; encontré roca gris, brezos empapados y una niebla asfixiante. Más allá no hay más que las aguas del mar, cuyo término nadie más que Dios conoce”.

“Ni siquiera podíamos ver el promontorio en el que nos encontrábamos, ni oír el llamado del Atlántico: el verde bajo los pies subía al blanco cegador; la parte superior gris surgió invisiblemente del blanco reptante. En el extremo de Europa, mientras nos inclinamos y nos esforzamos, pudimos ver una ola que lamía las rocas de abajo, pero no las de atrás, que siempre la impulsaban. Era más bien como magia haber ido al fin del mundo y no encontrar nada: uno siempre lo había sabido, sin admitirlo”.

“Allí, en el lejano oeste, la gente más antigua, las religiones más antiguas, permanecían inalterables al paso del tiempo: y allí llegó, llevados por los peregrinos, todo lo que el resto del mundo había avanzado en su pensar y sentir”.

“El grado en que, en los siglos pasados, la tierra de Galicia estuvo saturada de lo que el siglo XVIII clasificó en un mismo conjunto como superstición, puede medirse, aunque de manera inadecuada, por la cantidad que ha sobrevivido (...) En el cabo de Finisterre, las almas todavía aletean y lloran como aves marinas.”

“El lugar exacto de la batalla, el probable camino del ejército principal y la retaguardia, todos han sido discutidos con tanta sabiduría y con tal conocimiento del terreno, que no es necesario tocarlos aquí. La hierba es muy verde en el amplio campo, y en el estrecho desfiladero las rocas se levantan oscuras en la niebla a la deriva, y los árboles gotean suavemente envueltos en el vapor pálido, y los arroyos rugen invisibles o, cuando la bruma se levanta, cuelga como una madeja blanca contra el verde opuesto. Así en Finisterre, las almas de los muertos estaban a nuestro alrededor, apretadas, gritando, en el murmullo del bosque vivo, en el silencio del espolón rocoso, gritando tan desesperadamente que parecía que debían emitir un sonido. La neblina blanca se cerró sobre nosotros, nos envolvió, se interpuso entre nosotros. El eco del cuerno de Rolando está en nuestros oídos: altas son las montañas y oscuras las rocas: y sigue una niebla y una lluvia llorona”.

La foto titulada Finisterre en la Niebla, de por sí es magnífica, pero toma mayor relevancia si se la estudia minuciosamente en sus detalles, que nos hablan de un Finisterre ya perdido en la espesa bruma del tiempo.

A primera vista es obvio y harto evidente la ubicación primitiva del Cruceiro del siglo XV en primer plano, sobre la llamada Corredoira, antigua calle estrecha de tierra que comunicaba la villa con la iglesia y de clave importancia en las procesiones de Semana Santa.

Su simbología comienza con la orientación, la figura del Cristo esculpido debe estar orientada al camino principal y en este caso el Crucificado miraba a poniente (donde las almas pasaban a la eternidad) y los difuntos del cementerio, a la derecha bajo la casa, a oriente: “Cuando los cadáveres se sepultaban enteros en sepulcros más o menos magníficos, había la fórmula entre los gentiles de colocarlos en disposición de que mirasen al occidente, aludiendo a que al poniente se colocaban los Campos Elíseos cerca de Finisterre. Y entre los cristianos había (y hay) la costumbre de colocar los cadáveres, no siendo de sacerdotes, que miren al oriente, aludiendo a ver a Cristo en el monte Calvario. Esta fórmula podrá servir muchas veces cuando no hay otra señal para discernir si el sepulcro es de gentil o de cristiano.” (Fray Martín Sarmiento, Vol. 4 de la Obra de 660 Pliegos, 1764).

Hoy el cruceiro está desplazado unos 50 metros junto a la iglesia y en la acera de enfrente con el Cristo mirando al este, o sea “así mismo” perdiendo su significancia ancestral; y es que Finisterre no era un mojón más en el Camino de Santiago, sino que ya representaba en la antigüedad un Portal al Más Allá.

El monumento es guía del peregrino a través de la orientación del crucificado (sus manos abiertas muestran misericordia al piadoso), y demás connotaciones religiosas; la plataforma servía para descansar, era también demarcador de los límites de feligresías, propiedades o jurisdiccionales. Su traslado se efectuó bien entrada la década del 20. No abundaremos en más detalles ya descriptos en otro artículo que compendia más cruceiros de Fisterra y porque además, nos desvía del tema actual (véase Fin del Camino marcado por casi una veintena de cruceiros 15/11/2020 en elcorreogallego.es).

Siendo la fotografía hecha en el Año Santo de 1915, aún se vislumbra el hospital de peregrinos derribado en 1918, que estaba en pie junto a la capilla del Rosario que conserva restos en sus paredes de una leyenda referida al fundador de ambos en el año 1469, Don Alonso García Rodríguez, leemos: “Garcia rector que fue de Santa Maria de Finistera fundador y dotador deste (hospital) y cap (illa)”. Frescos que aún no han sido restaurados.

23 mar 2021 / 01:00
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