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Junto a la puerta de la casa de Encarna García los vecinos de Palmeira rinden culto a una talla religiosa que hace un siglo alguien dejó en una acera // Fue robada varias veces, pero siempre apareció // Tiene un doble, aunque prefieren la imagen original // Le faltaba un ojo y se lo hicieron con un bígaro TEXTO S. Souto

San Antonio de Correos: altar extramuros

Encarna García Fernández es algo así como la templaria de la parroquia ribeirense de Palmeira. La custodia de una curiosa historia que empezó a contarse hace más de un siglo, cuando una talla de madera, de San Antonio, apareció sobre una banqueta a las puertas de una casa.

La imagen fue robada varias veces, pero el santo siempre apareció: una vez en la playa de A Corna, otra dentro de un contenedor... Hoy, con una brecha en la cabeza, el hábito rascado y un bígaro sustituyendo su ojo derecho, el santo sigue en su altar extramuros, a las puertas de la casa de Encarna. Los vecinos lo bautizaron como San Antonio de Correos porque, en su periplo por la parroquia, estuvo en la fachada de la antigua oficina de ese organismo. No logró destronarle ni su doble, más joven y brillante. Pero... empecemos la historia por el principio.

Encarna tiene 71 años y utiliza una expresión muy manida en Galicia para referencias temporales a largo plazo: “Cando nacín xa estaba aquí”, dice mientras señala el portal del número 31, contiguo a su vivienda, respecto al momento en el que la imagen llegó al barrio.

La talla apareció un día cualquiera de hace más de un siglo en el lugar de Laguiña, sobre una banqueta, a las puertas de una casa cuya propietaria la colocó en la fachada.

Años después la robaron, y apareció a las puertas de otra casa de la calle Doutor Torres. También sobre una banqueta, en la acera. Y también entonces apareció semanas después. “Cando miña nai era pequena, a imaxe estaba na fachada da casa do lado, que antigamente era a sede de Correos. O carteiro chamábase Cándido e, cando enfermou, marchou vivir cun sobriño, polo que lle pediu a miña mai, Encarnación, que se fixera cargo da custodia de San Antonio”, relata la mujer.

Desde entonces volvieron a sustraerla varias veces. Pero el San Antonio de Correos, como lo conocen en Palmeira, siempre volvía a casa.

La última vez que se lo llevaron, hace una década, los lugareños vieron con angustia cómo pasaban las semanas sin tener noticias suyas y decidieron hacer una recolecta para sufragar la elaboración de una imagen igual. El caso es que, al poco tiempo de colocar al sustituto en el altar extramuros, a pie de acera, un niño encontró la talla original dentro de un contenedor del cementerio parroquial de Ribeira.

Y, cuando la Policía Local les devolvió la imagen, algo perjudicada, “os veciños xa non querían a nova, a pesar de que é máis bonita”, señala Encarna. De modo que allí sigue: con una brecha en la cabeza, el hábito rascado y un bígaro (un caramuxo, para entendernos) disimulando el hueco del ojo derecho.

El dinero que sobró de la colecta se usó para construir una urna reforzada, de hierro y cristal blindado. Y, para evitar que los cacos caigan en la tentación, un cartel advierte que las limosnas hay que dejarlas en el buzón, es decir, que caen hacia el interior de la puerta.

“Todos os días lle dan limosnas. E a principios de mes incluso ten billetes”, señala la mujer, quien añade que es el párroco, don Manuel, quien pasa a recoger el dinero y que una vez al año se oficia en su honor una misa solemne.

El San Antonio gemelo también está en casa de Encarna. Su mirada transmite resignación. Como si supiera que aún no es su momento.

13 may 2021 / 01:00
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