{ tribuna libre }

Sobreabundó la gracia de Dios

José Fernández Lago

José Fernández Lago

El ser humano se halla rodeado de realidades materiales, que le atraen para que goce de ellas y se complazca a sí mismo en esa satisfacción. Aunque la persona pueda gozarse en lo que encuentra para ello, siempre se nos ha dicho que eso era una tentación, que procede de los enemigos del ser humano, que son el demonio, el mundo y la carne. El evangelio de este domingo, con el que comienza la Cuaresma, nos muestra a Jesús, que también fue tentado por Satanás, y cuya clara victoria percibimos.

La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana muestra a Dios, creando al hombre y a la mujer, e infundiéndoles su hálito vital. Después, los coloca en una especie de jardín, al que denominamos paraíso, y pone además vegetales y animales al servicio de ellos. El Señor, aunque les da poder para usar de lo que había creado, les prohíbe comer de uno de los árboles. Adán y Eva, tentados por el diablo, comen de él y entonces surge en su interior la concupiscencia, que les mueve a quebrantar los preceptos divinos que el Señor pudiera establecer.

San Pablo, en la Carta a los Romanos, manifiesta que, como consecuencia del pecado, entró la muerte en el mundo, y todos los seres humanos, aun los que no habían pecado personalmente, sufrieron las consecuencias de la muerte. Sin embargo, la gracia de Dios ha sido muy superior a la culpa del hombre, pues gracias a Jesucristo -un hombre de entre ellos-, nos llegó a todos el perdón y la benevolencia divina.

San Mateo da cuenta de las tentaciones de Cristo. El diablo lo tienta en torno a la concepción de Mesías que pudiera tener. Quiere volcarlo hacia la gloria material y el ansia por lo terreno, pero Jesús hace hincapié en la necesidad de la palabra divina, de la humildad que procede tener en las cosas de Dios, y en no adorar a nadie fuera del Señor.

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