{ POLÍTICAS DE BABEL }

La China deXi Jinping

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

HOY FINALIZAN los fastos y actos que han rodeado durante nueve días la celebración de la Asamblea Popular Nacional china. La sede principal ha sido, como acontece en los grandes eventos del régimen, el Gran Palacio del Pueblo de Beijing, que también acoge en su magno Salón al Parlamento de la República Popular. Como era de prever, Xi Jinping ha sido reelegido Presidente de la potencia asiática; un hito que logra tras la previa reforma constitucional de 2018, que puso fin a la, hasta entonces, directriz que limitaba a dos mandatos de cinco años el período legal para dirigir el timón del país. Constituye, éste, un nuevo paso destinado a controlar no sólo el discurrir diplomático, político y económico de China, sino también los entresijos de un Partido Comunista chino (PCCh) que sigue dictando el futuro de la nación.

Ya en octubre, tras el XX Congreso PCCh, resaltábamos aquí su renovado perfil de secretario general del Partido Comunista y presidente de la Comisión Militar Central; un estatus que él mismo comenzó a forjar en el XVIII Congreso del PCCh de 2012, con el apoyo de una inmensa masa social de mayores, ancianos y jubilados que han logrado imponer sus voces sobre aquellos que, desde el ámbito juvenil o académico, se atreven a desafiar tímidamente al todopoderoso líder.

Ni su polémica política de Covid-0 durante la pandemia, ni la restricción de libertades, o el varapalo económico y exportador derivado de las mismas, han generado suficiente rechazo como para lamentar una caída del crecimiento que ha pasado de una previsión del 5%, a un 3% del PIB en 2022, y que en 2023 Xi promete recuperar, al tiempo que fomentar la natalidad y el empleo juvenil. También la férrea cruzada contra la corrupción del Ministerio de Seguridad Pública ha dejado notables titulares de prensa, pese al control de redes sociales como Weibo y WeChat, o a su exitosa maquinaria propagandística.

Tal es su poder, que ahora es Taiwán (que mira lo sucedido con Rusia en Ucrania de reojo) quien teme perder su autonomía, especialmente tras, 1) el enfado de Xi por la visita de Nancy Pelosi a la isla en agosto (con compromiso de incremento de venta de armas de EE.UU. a Taipéi incluido); 2) comprobar la severa maquinaria diseñada por el líder chino para restaurar “el orden” en Hong Kong; 3) escuchar las palabras del nuevo ministro de Exteriores Qin Gang reivindicando esta semana la “soberanía” china y abogando por la “reunificación pacífica” con la “República de China” (Taiwán); y, 4) constatar la decisión del Gobierno vecino de aumentar su presupuesto militar en un 7,2%, y modernizar su Ejército. Entretanto, Xi Jinping sigue obsesionado con una Nueva Ruta de la Seda capaz no sólo de controlar Asia, sino también de esparcir sus insaciables tentáculos por África, Iberoamérica, e incluso Europa.