{ POLÍTICAS DE BABEL }

Diez años de Bergoglio

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

ESTE FIN DE SEMANA remataron algunos de los principales actos para conmemorar los diez años del papa Francisco al frente de la Cátedra de San Pedro. Desde el pasado lunes, todo han sido halagos y felicitaciones para un Pontífice que ha podido comprobar en carne propia las virtudes de su magisterio, así como las tribulaciones asociadas a una responsabilidad de semejante magnitud. Y es que también en la Iglesia Católica cuecen unas habas que no siempre resultan gratas al paladar. La gallarda, comprometida y muchas veces controvertida “misión del papa”, ya la describimos aquí el pasado 6 de febrero, cuando dimos cuenta de su valiente periplo por la República Democrática del Congo y Sudán del Sur. Hoy toca analizar no tanto la década que ha logrado completar como Obispo de Roma, cuanto los retos que está decidido a asumir a sus 86 años de edad.

Y es que el actual jefe de Estado y octavo soberano de la Ciudad del Vaticano se siente más joven que nunca, y dispuesto a revigorizar el músculo católico a lo largo y ancho del mundo, incluso en los contextos más incómodos. Casi sesenta países visitados en diez años: desde Brasil en 2013, hasta los Países Bálticos en 2019; desde México en 2016, hasta Kazajistán en 2022; desde Sri Lanka en 2015, hasta Tailandia en 2019. Y, como muestra de su gestión exterior, ahí está su deseo de viajar a Kiev, pero también a Moscú, pues es consciente de que ni su encuentro en 2016 en La Habana con el Patriarca Kirill, cabeza de la iglesia ortodoxa rusa, ni su visita a la embajada rusa en El Vaticano al inicio de la guerra en Ucrania, se interpretaron correctamente. También China figura entre sus retos. Nuestros amigos vaticanistas nos lo confirman, al tiempo que nos aseguran que, pese a sus lógicos achaques, y a sus problemas de artritis y ligamentos en su fatigosa rodilla derecha, él sigue adelante con sus objetivos.

Jorge Mario Bergoglio sabe dónde debe estar y dónde no. Quizá por ello no ha viajado a su país de origen, Argentina, que sufre una división política tan corrosiva como inmerecida. Entretanto, este Sumo Pontífice pionero y latino, sigue con su revolución católica, cuestionando los preceptos de la actual ideología de género, aceptando revisar la “disciplina” del celibato, visibilizando a las mujeres en la Iglesia, y denunciando la lacra de los abusos, el tráfico de drogas, el apetito neocolonialista, y la trata de seres humanos. Grandes desafíos para un sucesor de san Pedro que ha visto cómo su gran semana de celebración sólo se vio empañada por la decisión del caudillo sandinista nicaragüense de suspender relaciones diplomáticas con un Vaticano que no está dispuesto a permitir, ni que condenen a uno de sus obispos por criticar al régimen de Ortega, ni que cataloguen como “mafia” a la Iglesia Católica que Francisco representa.