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La formación marca la diferencia entre el éxito y el fracaso

Jesús Baleato

Jesús Baleato

El fútbol es deporte solidario, admite en su seno a todo tipo de persona y de personaje, bien como jugador, dirigente, aficionado y consumidor. Los practicantes son altos y bajos, rubios y morenos, guapos y feos, fuertes y menos fuertes, rápidos y lentos, pillos y menos pillos. En el fútbol caben todos. A los jugadores los analizamos, los comparamos, le damos premios y los clasificamos como si este juego fuese una suma ordinaria. Creamos ídolos con razón y sin ella, sacamos y ponemos coronas con suma facilidad. Cristiano Ronaldo y a Leo Messi con biotipo diferente, todavía tienen mucho poderío en sus pies y se les sustituye, como craks mundiales, por Haaland y Mbappé con biotipo parecido. Jugadores forjados en distintas escuelas, pero con cualidades físicas y mentales que sobresalen de lo normal. Por un lado, está el motor, bien sincronizado, puesto a punto y con mucho caballaje y por otro, está el cerebro, ese conductor y ordenador que rige y controla el poderío físico y además gestiona los momentos y las emociones del jugador. Hablamos del biotipo, de las cualidades condicionales y del control mental, fundamentales en la vida de las figuras. En lo físico hay parecido, todos aceleran y deceleran, frenan y cambian de dirección a pesar de su peso y talla elevada, han desarrollado un magnífico dominio corporal en espacios reducidos y abiertos. Con capacidad y potencia física, concentración en el juego y mentalidad competitiva. Estamos ante el modelo de jugador del futuro. Buen cuerpo y buena dirección y control psicológico. Forjados en las academias, en las escuelas o en la calle, pero con valor genético y estabilidad mental. El juego actual empieza a demandar jugadores muy potentes y con capacidad física, con velocidad y finalización además de un gran rendimiento, partido tras partido, sostenido en el tiempo. Son los ídolos a imitar en las escuelas. Las canteras del Barcelona y del Madrid eran las que, durante muchos años, nutrían de jugadores a media España. Parecía que después de la Quinta del Buitre y la remesa de los Puyol, Xavi, Iniesta, …, estábamos implantados en la sequía y ahora vuelven a sonar, con fuerza, jugadores de la cantera y del país. Los llamados grandes ya no tienen la exclusiva de la formación, canteras como la del Español, del Villarreal, la canaria y la vasca ponen en escena a jugadores bien dotados y formados. Forman jugadores para su propio juego y posterior traspaso, de esa forma también ayudan a sustentar su propia economía. Algo es seguro, en algún lado tienen que aprender el oficio. Los jugadores tienen fecha de caducidad y es necesario el relevo uniforme, constante y permanente. La formación marca la diferencia y la perseverancia con que se aplica es fundamental para conseguir el éxito en la vida, sin todo esto, ninguna escuela, ninguna academia y ningún plantel, aunque sean los mejores el mundo y tengan a los entrenadores más implicados, conseguirán que un jugador triunfe, se forme, se prepare para competir, si éstos no se esfuerzan e implican. Cuanto más se entrene más resultados se consiguen si uno no se rinde ni se abandona. Hablamos de esfuerzo, perseverancia, sacrificio, privaciones, valores pasados de moda, pero fundamentales para triunfar en todos los ámbitos de la vida. Los avances no vienen solos, ni caen del cielo, se necesita paciencia, tiempo, constancia, para aprender, entrenar lo aprendido, para dominarlo y aplicarlo durante los partidos. Por otro lado, tenemos las curvas de aprendizaje, pongo como ejemplo Gabi, modelo de precocidad y a Balde que necesitó más tiempo para adaptarse y entender el mundo competicional, siendo los dos de la misma escuela. Unos dicen que las canteras no son rentables y otros creen que es una buena inversión centrar parte de su esfuerzo en formar. Sea cual sea la opinión, tenemos una voraz ansia de captación de talentos y dar con las figuras del futuro.