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Raxoi, con Ferrovial

Luis Pérez Fernández

Luis Pérez Fernández

DOS DÍAS ANTES DE QUE FERROVIAL DECIDA, hoy, su traslado a Países Bajos el ayuntamiento de Santiago adjudicó a esta empresa, asociada en UTE con Endesa, un contrato de 41,7 millones de euros, tal como informaba con detalle ayer este periódico. Se trata de garantizar el servicio de alumbrado público exterior durante una dé-cada en la capital gallega. Se incorporan notables mejoras al tiempo que se preten-de un ahorro en gasto energético, disparado en los últimos tiempos.

La noticia no deja de ser un tanto curiosa. No en si misma por su contenido, pues consiste en adjudicar un servicio municipal tras el correspondiente procedimiento administrativo, estoy convencido que realizado con la máxima diligencia y seguridad jurídica, si no por la coincidencia temporal del hecho con la agria disputa entre el Gobierno y la dirección de Ferrovial por el intento de esta última de trasladar su domicilio social a lo que antes llamábamos Holanda. Hoy sabremos cual es la de-cisión de sus propietarios, los accionistas, en junta general, pero todo parece indicar que el señor Del Pino se impondrá por goleada al señor Sánchez.

El Gobierno amenazó, a veces de manera velada y otras de forma explícita, con aplicar medidas contra la empresa si consumaba tan antipatriótica operación. Me temo que no podrá cumplirlas, y un antecedente de lo que va a suceder en el futuro lo tenemos en Santiago: el gobierno socialista local adjudica un contrato millonario a esta empresa después de conocer sus intenciones y en contra de la posición del gobierno socialista nacional. El señor Del Pino podrá mostrarlo hoy a los accionistas para convencerles de que no pasará nada.

Y no sucederá nada porque Ferrovial traslada su sede de una ciudad europea a otra, acogiéndose a una legalidad amparada por la libertad de movimiento de capitales que garantiza el club al que pertenecemos, la Unión Europea. Es una pena que esta empresa deje España, porque parte de sus impuestos dejarán de entrar en la caja de nuestra Hacienda.

Sánchez, si la marcha se consuma, se equivocó de estrategia. Debería haber echado antes mano de la zanahoria en vez del palo, aunque seguramente optó por la línea dura buscando réditos electorales. Atacar a la casta, aunque el término está en desuso, sirve para movilizar a cierto electorado. O, al menos, eso cree, aunque el declive de Podemos debería hacerle pensar si los españoles no habrán superado ya la etapa de la indignación del 15-M para centrarse en las cosas de comer cuando la inflación es en estos momentos el gran quebradero de cabeza.

Si Sánchez se dejara aconsejar o siguiera los pasos de Bugallo (la veteranía es un grado) seguramente sabría como retener a Ferrovial en España y, aparte de evitar la fuga de una gran empresa, satisfacer a sus miles de trabajadores y accionistas, en el día de hoy aquejados cuando menos por el mal de la incertidumbre.

Hay que lamentar la deslocalización de Ferrovial, como las de tantas empresas que migran a Portugal por ejemplo, buscando mejores condiciones para desarrollar su actividad pero, hipócritas de nosotros, bendecimos cuando la operación es en sentido contrario. Presumimos de inversión extranjera y no digamos la fiesta que haríamos si la Philips se trasladara de Amsterdam a Madrid, Barcelona o Santiago. Seamos consecuentes.