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El fútbol puede ser magia

Jesús Baleato

Jesús Baleato

Todos los analistas del mundo juntos no serían capaces de explicar, de una forma convincente, lo que es el fútbol. Del lloro al desborde emocional. Decirme como se explica el pase de la pena a la gloria en cuestión de minutos, del fracaso al éxito de un partido a otro, de no valer nada a crakc, del olvido a primera línea, de no contar para nadie a imprescindible. Todo esto sólo pasa en fútbol. El fútbol y sus adeptos convivimos con el trastorno bipolar.

Los acontecimientos de estos días confirman esta faceta del deporte rey. Sigue dando que hablar el partido de copa Barça Madrid. El primero tenía dominio abrumador en los enfrentamientos pasados y de qué manera sucumbió en su propia casa cuando lo tenía todo a favor. El conjunto azulgrana volvió a caer en desgracia. Una más en una temporada en la que ya solo puede aferrarse a una Liga que tiene encarrilada. Perdido e incapaz de jugar, el Barcelona recibió la segunda victoria blanca más abultada en su historia en el Camp Nou. Para consolarse cantaron el retorno de Messi para que vuelvan tiempos mejores y no se piense en Negreira, enviando el fútbol y el balón a un segundo plano. El lunes ensayaron el alirón de la Liga a pesar del empate contra el Gerona y se olvidan las otras penas.

Y el Madrid de la fiesta del Camp Nou al ridículo en la castellana en sólo tres días. Ahora le queda el consuelo de la Champions y la final de Copa. Mientras, la UEFA crea un comité de sabios y la mirada de Infantino echa fuego cuando se le pregunta por todo esto y por la Superliga.

Sigue el terremoto francés con Mbappé, celoso con su imagen, tiene pulsos en varios frentes y defiende los derechos de imagen e intervenir en las acciones publicitarias de patrocinadores, con carácter individual. En París le dieron, y le dan, todo el poder y mucho dinero, pero ya no se aman. La figura está sensible y preocupado, así lo demostró con la Selección al crear conflicto publicitario y con la amenaza velada del Madrid de fondo.

De nuevo tenemos al Compostela con novedades, pone nuevo inquilino en el banquillo, optó por mover pieza y agitarse. La caída de rendimiento en la segunda vuelta empieza recordar el devenir de hace un año. El juego y los marcadores en estos 2 partidos no surtieron efecto, ahora llega el turno en forma de tercer tiempo con otro fiasco y sin mejorar la deriva, pero no perdemos la fe. Había más de un candidato sobre la mesa y ha optado por Juan Carlos Andrés, para frenar el deterioro en las relaciones entre estamentos, jugadores, afición y colaboradores más directos. Viene para cortar una mala racha puntual y la caída del rendimiento. Propone y se decanta por el fútbol combinativo. A ver lo que es capaz de hacer con este plantel porque una cosa es el deseo y otra la realidad.

De este deporte incontrolable también le toca al Celta, pasa del desastre a rescatar un punto en Sevilla (2-2). Los vigueses, que jugaron con un futbolista más 70 minutos, perdían 2-0 en el 89, pero Miguel Rodríguez, uno del filial y Paciencia equilibraron la contienda cuando estábamos matando al equipo, con el pensamiento, por tamaño desaguisado. El fútbol puede ser magia pura. El Celta deambuló por el Sánchez Pizjuán durante muchos minutos pese a jugar con un futbolista más. En inferioridad, el Sevilla estuvo cómodo y se adelantó con dos goles. Uno de estrategia y otro con un tiro lejano. Pero el gol lo cambia todo, los vigueses acortaron distancias con un zurdazo pegado al palo y en el 93 empatan de cabeza. Un punto de oro, para contentar a muchos, después de un partido que apuntaba a desastre total. Que siga la emoción por barrios.