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Por casi nada

Xaime Barreiro Gil

Xaime Barreiro Gil

FORMALMENTE, parece que solo por una maldita palabra, casi nada, no estamos de acuerdo Alberto Núñez Feijóo y yo respecto de la política de vivienda que se debe afrontar en la España de este momento. Él dice que para resolver el problema que tanto agobia a las familias y sobre todo a los jóvenes en el estadio de montar su propia vida, lo que se necesita es “construir más viviendas”, precisando que cuantas más haya más tenderán a bajar sus precios.

Vale, pues yo digo que para resolver ese mismo problema lo que hace fal- ta es “construir más viviendas públi-cas”. ¿Pillaron la diferencia? Ya les digo, solo una palabra, pero que entre cuyas pocas letras se acomodan dos mundos diferentes.

Miren: yo creo que para hacer frente al actual problema de la vivienda en España es necesario sacarla del mercado en ejercicio espontáneo de los intereses de oferentes y demandantes. Y no lo digo porque crea que los intereses de los vendedores (oferentes) sean perversos, sino porque en un largo trance de debilitamiento del poder adquisitivo de las familias, los compradores (demandantes) no tienen capacidad para corresponderlos.

El mercado también tiene sus fallos, que pueden encallar sobre todo en situaciones de crisis prolongada. Y cuando esos fallos se presentan es ineludible la intervención de los poderes públicos en aras al mantenimiento de un equilibrio social que, por cierto, es indispensable para salir de esa misma crisis, pero que la espontaneidad del mercado no es capaz de solventar.

Toda intervención de los poderes es, en efecto, una interferencia en el libre funcionamiento del mercado, pero que ha de producirse cuando su funcionamiento espontáneo provoca y no resuelve una crisis económica prolongada que, por otra parte, puede tener efectos graves sobre la paz social.

En definitiva, que no se trata de saber quien está a favor y quien en contra de la economía de mercado. Esto no es más que echarle sentido común al funcionamiento de la economía: si todo va bien, déjala, pero si va mal, atiéndela.

No sé por qué esto es tan inteligible cuando se trata de que el Estado acuda a las empresas en crisis (oferentes con problemas) y no lo es cuando se refiera a familias en crisis (demandantes con problemas).

Otro día podemos hablar de como ha de producirse la intervención pública, si para vender o alquilar las viviendas que promueva. Hasta ahora sabemos cual fue el resultado del plan de vivienda promovido por Aznar, con un hijo llamado Banco Malo.