{ tribuna }

La madre tierra

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

HOY CELEBRAMOS EL DÍA Internacional de la Madre Tierra, conmemoración cuya finalidad es concienciarnos sobre la importancia de cuidar el planeta que habitamos en beneficio de todos los seres vivos que lo compartimos. Sin necesidad de ser alarmistas, agoreros o radicales, es innegable que el ser humano ha pasado demasiado tiempo explotando sin control los recursos naturales; y contribuyendo, así, a su escasez. Es hora de cambiar mentalidades y actitudes amparándonos en políticas medioambientales, pero también en prácticas cotidianas que deberían comprometernos a todos. Por ello, el lema propuesto para la efeméride este año por Naciones Unidas es “Invertir en nuestro planeta”, porque todos podemos y debemos aportar nuestro granito de arena.

La inversión en el cuidado de la Tierra ha de concebirse como un proyecto universal y transversal. El imaginario popular asoció la Madre Tierra a la mujer, a su capacidad de gestar y nutrir, y a su ética del cuidado; pero, incluso desde corrientes como el Ecofeminismo, se ha evolucionado desde posicionamientos esencialistas y excluyentes, hasta la actual defensa de actitudes que han de involucrar a hombres y mujeres por igual. Podemos y debemos inspirarnos en sociedades premodernas y en su reverencia hacia la naturaleza y los seres vivos que la habitan; y también emular el espíritu protector y la ética del cuidado que en el pasado se asoció a la condición femenina. Tanto en las sociedades más avanzadas, como en aquellas en vías de desarrollo, la tarea medioambiental debe ser cosa de hombres y mujeres, así como de los más jóvenes del hogar. En este sentido, las generaciones adultas hemos de aprender las lecciones que hoy nos trasladan nuestras hijas e hijos, mucho más y mejor concienciados con las necesidades del planeta gracias, entre otras cosas, a programas académicos que ya incluyen reflexiones y propuestas orientadas a salvaguardar y preservar los ecosistemas.

Las administraciones, en España y fuera de nuestro país, semejan estar un tanto desorientadas a la hora de afrontar la lucha contra el cambio climático, las sequías, o la destrucción del ecosistema. Como prueba, no hay más que ver las acaloradas discusiones políticas en torno a la gestión de recursos como el agua o las energías renovables. No obstante, sus dudas e incoherencias no nos eximen a nosotros a título individual de nuestro compromiso con un proyecto que ya no puede dilatarse más en el tiempo. Y debe ser un propósito ‘universal’, involucrándonos a todos; y ‘transversal’, pues ha de contar, como nos proponen la Ecología, la Ecocrítica y el Ecofeminismo, con el saber y la aportación de diferentes disciplinas del ámbito de las ciencias, sí; pero también de las humanidades, porque estas últimas nos conciencian para acometer las acciones que nos sugieren las primeras.