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A Coruña y Picasso

José Manuel García Iglesias

José Manuel García Iglesias

LA CIUDAD HERCULINA tiene, entre otros, el honor de ser el lugar en el que Pablo Picasso, nacido en Málaga en 1881, siendo un niño, se sintió artista; tanto es así que, en ella, es donde presentó, por primera vez, su obra al público. Vivió aquí entre los años 1891-1895 y hoy se puede ver su huella en su Casa Museo, en tanto que una paloma, hecha escultura, posada en la Plaza de Pontevedra, recuerda a este ser genial, el más trascendente en el Arte en el siglo XX, siendo tal, como referente, que, con su nombre, se reconoce a la Escuela de Arte Superior de Diseño de A Coruña.

Y ahora, cuando se celebran los cincuenta años de su fallecimiento, cada lugar en el que ha vivido Picasso lo evoca, poniendo en valor lo que, en cada caso, mantiene, en clave artística, su recuerdo. Málaga, Barcelona y París cuentan con importantes museos monográficos suyos y las mas grandes colecciones del mundo se han afanado por tener una representación importante de sus aportaciones, que han sido muchas y variadas, a lo largo y ancho de una biografía extensa, siempre fructífera.

A Coruña cuenta, en estos momentos, con una muestra, promovida por la Xunta de Galicia y sita en el Museo de Bellas Artes, que responde al título de Picasso blanco en el recuerdo azul. Dibujando el futuro. Antón Castro, Malén Gual y Rubén Ventureira se han responsabilizado de su comisariado en tanto que la coordinación general de la misma se debe a Ángeles Penas, directora del Museo de Bellas Artes de A Coruña.

Estamos ante una exposición compleja, en la que se entremezclan materiales muy diversos, unos de la autoría del propio Picasso y otros que ayudan a entender lo que ha sido su aportación, mostrándola, al modo de ver de sus comisarios, partiendo del supuesto de lo que A Coruña ha significado no solo en su formación sino también en la generalidad de su vida. Es elogiable el número de obras que pueden verse, repartidas por la muestra, de esa etapa coruñesa; la opción seguida incide, por lo tanto, en la idea de exponer su huella gallega a lo largo de su trayectoria optando, de este modo, por no exponerla junta, lo que diluye, en cierto modo, la relevancia de este periodo.

Hay aciertos evidentes en la exposición: el modo de iniciarla, dando constancia de cómo las primeras páginas de los más prestigiosos periódicos de todo el mundo se hicieron eco de su muerte. También, el modo en que se vincula su formación con el conocimiento de modelos clásicos, patente en determinadas obras en su haber. Igualmente cabe aplaudir la forma en que se concluye el discurso: presentando, juntas, las seis que, en su día, adquirió Caixa Galicia –hoy Abanca–, teniendo en cuenta, precisamente, su compromiso con la ciudad en la que Picasso fue niño.