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Las municipales menos locales

Luis Pérez Fernández

Luis Pérez Fernández

ESTA NOCHE COMIENZA LA CAMPAÑA OFICIAL DEL 28-M. La otra, la real, es práctica permanente de la política española. Las elecciones municipales se celebran en su duodécima edición. Los primeros ayuntamientos democráticos surgieron en 1979, a los pocos meses de aprobada la Constitución. En el mandato que comienza ahora se cumplirá, pues, casi medio siglo (48 años) de corporaciones locales democráticas. El balance, en su conjunto, es positivo. Sobre todo para las ciudades. Para las grandes, medianas e incluso pequeñas. No tanto así en las zonas rurales, aquejadas del grave problema demográfico, actualmente en su máxima expresión.

El día 28 también se renuevan los parlamentos de un gran número de comunidades autónomas, entre las que no se encuentra Galicia. Aquí tocará, salvo adelanto improbable, dentro de poco más de un año. Si comparamos la historia de España de este periodo político con los anteriores hemos de convenir que el estado de las autonomías ha sido un buen invento.

Aunque faltos de experiencia democrática, desde un primer momento los ciudadanos diferenciaron perfectamente entre unos comicios y otros, de tal modo que su voto variaba sustancialmente según el ámbito de elección. Este fenómeno, profundamente democrático, se vino dando en Galicia con absoluta normalidad hasta nuestros días, de tal modo que fue muy frecuente que los poderes locales, autonómico y nacional estuvieran en manos de formaciones diferentes al mismo tiempo, en saludable cohabitación.

Sin embargo esta vez es, o parece, diferente. Los grandes partidos nacionales (PP y PSOE) acentúan el carácter general (español) del examen del día 28. No tanto el BNG en el ámbito gallego porque su fortaleza está en determinados lugares y porque las autonómicas vendrán después de las generales. Me temo que durante estas dos semanas de campaña se profundizará todavía más en el intento de abordar las municipales como unas primarias de las que vendrán a continuación, en sólo medio año.

Por eso, aunque formalmente en Santiago haya que dar el voto a Bugallo, Verea, Rozas y Sanmartín en buena medida estaremos dándoselo, queramos o no, a Sánchez, Feijóo, Díaz o Pontón respectivamente. Así lo plantearon los estrategas desde las alturas. El presidente del Gobierno hace todos los días grandes anuncios sobre asuntos que nada tienen que ver, visita a Biden incluida, con las competencias municipales, utilizando las instituciones del Estado como herramientas de campaña electoral, y el líder de la oposición repite el mensaje del cambio necesario para derrotar al sanchismo. Supongo que lo tienen estudiado. Y que la estrategia funciona, aunque sea en la mínima parte necesaria para variar el color político de los gobiernos municipales.

Volviendo a Santiago, la campaña debiera servir para evaluar la capacidad de cada candidato y candidatura para gestionar los asuntos que la capital de Galicia demanda. Me fío menos de los programas y anuncios porque el papel puede con todo y las palabras se las lleva el viento. En definitiva, se habrá de elegir entre un tripartido integrado por PSOE, CA y BNG, con personas que gobernaron en los últimos ocho años, y el cambio que significa el PP, que también lo hizo hace doce años, con una candidatura completamente renovada en la actualidad. Hay cuatro listas más, todas respetables, pero con pocas opciones. En fin, no sucumbamos a los cantos de sirena.