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Un discurso vergonzante

Desfile militar

Desfile militar

José Manuel Estévez-Saá

José Manuel Estévez-Saá

EL DISCURSO DE VLADÍMIR PUTIN el martes resultó insulso, breve y repetitivo. Lo pronunció con motivo del Día de la Victoria, que Rusia celebra cada año el 9 de mayo, pese a haber sido el 8 la fecha en que las fuerzas aliadas terminaron de derrotar al ejército de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. El tradicional desfile por la Plaza Roja y las calles de Moscú fue también más reducido y austero que otros años, supuestamente, por seguridad o miedo a sufrir un sabotaje semejante al ocasionado por varios drones en los tejados del Palacio Presidencial. Fueron muchas las ciudades que también, “por ansiedad”, decidieron anular los actos programados. En todo caso, no había mucho que celebrar, a juzgar por la heroica resistencia que están mostrando las fuerzas ucranianas ante las sucesivas ofensivas rusas.

Hasta las justificaciones de la invasión que repite Putin resultan cansinas; incluso para sus conciudadanos, quienes han descubierto ya cómo el Kremlin ha escatimado esfuerzos logísticos y económicos a la hora de aprovisionar y armar a su cada vez más agotado y desanimado personal bélico. Resulta paradójico escuchar una y otra vez alegatos de lucha contra el “nazismo ucraniano”, contra el “odio” y la “división”, cuando la actitud de Moscú desde el 24 de febrero del pasado año nos trae a la mente, precisamente, los modos y las formas más deplorables de la ideología supremacista nacionalsocialista, no sólo por sus ánimos imperialistas, sino, sobre todo, por unos postulados nacionalistas que alcanzan su nivel más execrable y atroz en la aniquilación indiscriminada de ucranianos; es decir, de quienes hasta hace poco eran sus “hermanos”, en un territorio que Putin solía reconocer como común y afín a “la gran madre Rusia”.

Con todo, el mensaje a los “enemigos de Rusia” quedó patente con la presencia de esos misiles nucleares de alcance intercontinental de los que tanto presume el presidente ruso, y también en la propaganda con la que pretende desinformar a la población, hablando de un rencor Occidental en el que Rusia aparece caracterizada como la gran víctima, tanto en términos de seguridad nacional, como a nivel de valores tan sensibles para la maniatada y censurada población, como los asociados a “la familia”; una institución que en Rusia es muy respetada. “Arrogancia”, “ambición”, “soberbia” y “agresividad” son los sentimientos que mejor definen a un Putin que, sin embargo y sin vergüenza, él mismo repite en sus discursos, y pretende asociar a todos cuantos apoyan la libertad, la democracia y la integridad territorial de Ucrania. En fin; escuchar para creer. Es lógico que Ucrania haya preferido adelantar la celebración del fin de la Segunda Guerra Mundial al 8 de mayo, fecha en la que lo conmemora una UE a la que Zelenski desea incorporar a Ucrania con ahínco.