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Santiago y la tasa turística

José Manuel García Iglesias

José Manuel García Iglesias

TRAS LO ACORDADO POR EL AYUNTAMIENTO de Santiago con la Xunta de Galicia todo parece indicar que pronto la tasa turística se pondrá en marcha, algo que merecería ser considerado por los partidos políticos en campaña electoral. Se va a contar, de este modo, con un nuevo medio de recaudación que, en estos momentos, en España, se cobra, básicamente, en Cataluña y Baleares. Hay, por otra parte, alguna ciudad más en la que se está planteando su implantación. No sucede esto, en cambio, en Madrid. Un dato más en este sentido, para aproximarnos a este asunto: en Barcelona hoy, en un hotel de cuatro estrellas, la tarifa está ya próxima a los cinco euros por persona y noche…

Cuando se habla de Santiago de Compostela y de turismo conviene, no obstante, tener en cuenta de qué tipo de ciudad estamos tratando. Sería imperdonable no valorar el hecho de que este lugar motiva toda una peregrinación –ese es su perfil más diferencial– y de que ser peregrino no es sinónimo de ser turista. Esto explica, por ejemplo, que nuestra catedral sea prácticamente una excepción en España, al no tener que pagarse, precisamente por esta circunstancia, entrada alguna para acceder a la misma, algo sumamente elogiable, en favor del Arzobispado y Cabildo.

Quien haga el camino de Santiago, y lo acredite, debiera de tener, al menos, un día en la ciudad, sin tener que pagar esa tasa, sería algo congruente con lo que somos, en ese mundo de las peregrinaciones. Por otra parte que quien sea turista, o viaje hasta aquí por algún tipo de menester, y pernocte en la ciudad, en un alojamiento de pago, tenga que afrontar una tasa por ello resulta algo totalmente lógico y que debiera evaluarse en una cantidad no tan grande como la actual de Barcelona pero sí apreciable, siempre y cuando su recaudación se invierta de la manera debida.

El que se diga, como se ha dicho, que lo que va a recaudarse se dedicará a “la conservación de patrimonio o la limpieza de la ciudad” es no decir nada. Es justo que se haga así, en una parte, si ello tiene que ver con el turismo de ocio, o con la actividad de trabajo que conlleve la existencia de esos viajeros, pero nada más. En cambio, cabe pensar en cuestiones tales, por ejemplo, como la colaboración sistemática, y bien programada, con la realización de ferias y congresos –apoyándolos con parte de lo que dichas tasas supongan–, para convertirlos en una actividad mucho más importante en Compostela, lo que supondría, además, un incremento y, sobre todo, una desestacionalización, apreciable, de viajeros.

No debiera tratarse, con esta tasa, en definitiva, de afrontar, tan solo, cuestiones relativas a conservar y mantener; es conveniente que la tasa nos haga más fuertes como sociedad, más allá de que el Ayuntamiento engrose sus arcas, sin más. Y, en este orden de cosas, cabe, también, como antes decía, el debate político, ahora que estamos ante las urnas.