{ opinión }

Ni semblanza ni despedida

Imagen aérea del casco histórico de Compostela

Imagen aérea del casco histórico de Compostela / Esteban De la Iglesia

Pilar Alén

Pilar Alén

SANTIAGO ES CIUDAD DE CONTRASTES. Bulliciosa y callada. Triste y alegre. Gris y luminosa.

Es una Torre de Babel. Se oye hablar en polaco, esloveno y portugués. En francés, italiano e inglés. Todos se entienden. Van a lo mismo. Móvil en mano esperan para entrar en la catedral, como si no hubiese más recinto, ni sucinto lugar, que este santo y apostólico templo. Bien está que visiten y veneren a Santiago, pero ¿nadie les ha dicho que hay vida más allá? ¿No saben que además de distracciones, bares y restaurantes, aquí se respira arte, cultura y humanidad? A veces se ve a simple vista. Otras, por desventura, ni verse ve: se intuye o atisba sin más.

Recordamos un gallego de pro, ilustre escritor: D. Paco. Su larga existencia, fructífera y bien aprovechada, admira. Es grandeza tal proeza: amar la vida siendo casi centenario, sin que se le tilde de simpleza. No es tal. Esa Babilonia y esa sopa de letras –da igual el orden en que se coloquen– indican, como él decía, que hay continuidad, hay futuro porque en este presente se asienta ya.

Algunos creemos que Santiago ganaría en sostenibilidad y bienestar (bien es recordarlo el 18 de mayo) si se potenciasen otras sendas de fácil accesibilidad. No hace falta mucho esfuerzo. Basta ir a la Quintana, mirar los muros que la amparan o las callejuelas que llevan a otra plaza sin igual.

Pena que en eso no se repare. Largo tiempo preparando el camino, cientos de km. recorridos y, alcanzada la meta, parten sin degustar lo que aquí hay. Las piedras hablan. Hay que escucharlas. Si es con un buen guía –de los que saben– el pack completo está.

Paio, Martín y Francisco no solo son beatíficos nombres. Son titulares de monumentos que esconden historias y valiosas joyas. Museos con objetos preciosos. Archivos con manuscritos y papeles provechosos. Bibliotecas que custodian libros sustanciosos.

Paréntesis: ¿Conocen el brazo-relicario de S. Paio, la puerta-retablo de Sta. Gertrudis en S. Martín Pinario o la imagen de Clemente Romano en S. Francisco? Tardando están. Luego, a pregonarlo, en la lengua que prefieran, a quienes vienen o en esta ciudad viven ya. Si dan o piden un donativo para conservarlo, harán suyo el lema: sostenibilidad y bienestar.

¿Dónde está la humanidad? Santiago acoge y trata con agarimo al peregrino que llega. Y más al que ahora se nos va.

¿Conocen a D. Julián? Pastor y bondadoso amigo, trabajador incansable, visiblemente comprometido.

Se celebra un homenaje agradecido y sentido para quien tanto nos ha acompañado. Tristeza y gozo se confunden o se funden. No sé yo.

Un nombre propio que ha hecho historia y nada esconde. Vive para los demás. Nada le hace sombra, ni la monumental catedral.

Concluyo, pues no me agrada hacer semblanzas ni despedidas. Así que solo le digo: Compostela es su casa y Santiago su ciudad.

¡Siempre con nosotros, D. Julián!