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¡Ay ahora!

Xaime Barreiro Gil

Xaime Barreiro Gil

LA SORPRESIVA DECISIÓN de Pedro Sánchez de disolver las Cortes y abrir, en consecuencia, una nueva convocatoria electoral, tiene algunos aspectos que merecen ser analizados con calma.

Para empezar, yo diría que es una decisión que sorprender, no sorprende. Vale, que decirlo ahora, a toro pasado, lo dice cualquiera. Pero si ustedes se detienen a imaginar cómo podía llegar a ser la vida política española de aquí a diciembre, a la luz de lo que se ha vivido hasta ahora, seguro que esta- rán de acuerdo conmigo en que agra-dable no iba a ser.

Y menos sobre todo para Pedro Sánchez. Feijóo, hasta ahora, ha adoptado una línea de confrontación consistente, exclusivamente, en la deslegitimación del presidente del Gobierno, personal y políticamente. Un persistente ataque ad hominen en plena regla. Sin moderación. ¿Creen ustedes que iba a ser distinto a partir de ahora? No, no lo pueden creer.

Así que, aunque solo sea por eludir ese virulento ataque, que seguramente se iba a radicalizar aún más de lo que ya lo ha sido, es más que comprensible que Pedro Sánchez haga lo posible por evitarlo. La convocatoria anticipada de elecciones puede que no sirva para eso, porque en tiempos electorales no hay moderación que valga, pero sí que permitirá, por lo menos, reducir drásticamente el tiempo de juego, de siete a dos meses. Un alivio.

Además de todo eso, que ya sería bastante, Pedro Sánchez también podría estar interesado en intentar curar las heridas que le han causado algunas de sus decisiones gubernamentales. Sean la eliminación de cargas para los culpables del proceso independentista catalán, los errores cometidos con la ley del sí es sí y los efectos de los acuerdos políticos con Bildu, entre algunos otros. Y no es que yo crea que esas decisiones hayan sido claramente equivocadas; sólo que se ha desarrollado sobre ellas un fuerte proceso de acoso político que indujo al desacuerdo a una parte importante de la opinión pública. Ahí está el problema. También eso puede pesar en el ánimo de Pedro Sánchez.

Por último, si ustedes me permiten mandar a freír puñetas a los socios de coalición gubernamental del PSOE, pues, con gusto, lo hago y ya está. Ese también es un problema con consecuencias electorales evidentes. ¿O no?

Aún por encima, todo eso opaca la buena gestión del gobierno en materia económica, social y laboral. Hay resultados. Y hay que ser muy esquinados para negarlos, pero, ya digo, que puede ser difícil verlos como son entre tanto barullo. Y Sánchez lo ve.