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A ver eso de la lista más votada

Xaime Barreiro Gil

Xaime Barreiro Gil

ALBERTO NÚÑEZ FEIJÓO ya ha predicado varias y muchas veces las ventajas de que, caso de no haber logrado ninguno de los concurrentes a unas elecciones la mayoría absoluta, se le reconozca el derecho a formar Gobierno a la lista que hubiese conseguido el mayor número de votos. Pero eso no es cosa ni tan clara ni tan fácil. Vean.

En primer lugar, será necesario aclarar si se da la ventaja a quien haya logrado más votos o a quien haya conseguido más concejales, diputados o lo que sea. Puede que no sea lo mismo. Los llamados restos, a veces, lo trastocan todo. Otras veces, otras cosas.

Además, una vez otorgada la capacidad de formar Gobierno a una lista electoral que, a pesar de ser la más votada, está en minoría en el pleno de la institución para la que haya presentado sus candidaturas, es necesario aclarar cómo será el proceso de la toma de decisiones.

La lista más votada, no siendo el gru-po mayoritario del plenario, puede te- ner serias dificultades para lograrlas de buenas a primeras. A no ser que, una por una, pase por buscar los acuerdos que no había logrado para su investidu-ra. Y estos otros acuerdos puntuales, tanto para el grupo de gobierno como para los de la oposición al que se le pidan, tendrán, inevitablemente, condiciones y consecuencias.

Lo más probable es que un Gobierno en minoría, haya sido o no la lista más votada, acabe resultando un Gobierno inestable, cuando no inviable.

En algunos países, para evitar esto, una vez otorgada la capacidad de formar Gobierno a la lista más votada, también se le otorga un número de representantes añadidos hasta que le sean suficientes para disponer de esa mayoría plenaria que los votos o los representantes, por sí solos, no le permiten. Pero eso en España exige una más que notable reforma de la Constitución, incluyendo otra más que a fondo del régimen electoral recogido en ella. ¿Se pueden ya no digo que garantizar sino tan solo prever sus resultados? ¿Tendría los apoyos necesarios? Me temo que hay que decir no a ambas cuestiones.

Así que, si no se aclara antes todo esto previamente, ya podrían, sobre todo Alberto Núñez Feijóo, dejar de marear a una perdiz coja. Si no se quiere aclarar porque se sepa, por ejemplo, que se trata de una iniciativa inviable sin hacer frente a todas esas dificultades, entonces no parece muy honesto suscitar el debate, sabiendo que no lleva a ningún sitio. Se puede decir que no es imposible, porque nada lo es del todo, pero se sabe que lo es.