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Horas decisivas en la izquierda

José Miguel Giráldez

José Miguel Giráldez

A POCAS HORAS para que se cierre el plazo para el registro de coaliciones de cara a las próximas elecciones generales, y cuando esto escribo, las conversaciones entre Sumar y Podemos parecen encontrarse en un momento difícil (así ha sido, al parecer, durante toda la última semana), pero, al tiempo, negociadores y líderes de ambas formaciones saben que esa alianza es prácticamente inevitable, si la izquierda quiere tener alguna posibilidad.

Mientras Belarra apela a las bases, en un intento de estar segura del paso que casi inexorablemente tendrá que dar su formación y ella misma, Sumar va construyendo la alternativa con grupos de mayor o menor tamaño e influencia. A sabiendas, sin duda, de que el tiempo se ha estrechado extraordinariamente y de que aquellas dilaciones de hace semanas, aquella cierta calma chicha que Yolanda proyectaba en sus apariciones públicas, en compañía de sus más fuertes apoyos, ya no son posibles. Porque el calendario en unas elecciones impone decisiones veloces y drásticas.

Sánchez, en efecto, ha apretado mucho ese calendario que se presumía mucho más amplio, y lo ha apretado, como ya hemos dicho varias veces, porque no era posible resistir tantos meses con las heridas abiertas del 28-M. Sánchez ha intentado minimizar daños, y se ha lanzado a una campaña que algunos han tildado de suicida y temeraria, pero que, en realidad, trata de devolver al espectro político a la posición más bipartidista posible, es decir, trata de que las elecciones de julio sean percibidas como una lucha final entre dos bloques, entre dos maneras de ver el país. Se trata de proyectar una disyuntiva al electorado, evitando distracciones con la inevitable necesidad de una coalición futura. Aunque, eso sí, dejando entrever que Sumar es algo diferente, una visión renovada de la izquierda de la izquierda que, bajo la égida de Yolanda, ofrecerá un aspecto distinto al de la coalición precedente, y, tal vez, evitará discrepancias y malentendidos, ese paisaje de lucha interna que nunca favorece a un gobierno.

Las dificultades obvias para construir esa coalición final a la izquierda de Sánchez han dejado en segundo plano el otro gran asunto electoral, lo que no pocos analistas llaman el elefante en la habitación de la derecha: Vox. Por supuesto que Sánchez sabe que una de las mayores debilidades de Feijóo pasa, precisamente, por aceptar la necesidad de gobernar con la ultraderecha, algo que los Populares visualizarán, claro es, lo menos posible. Pero las encuestas aseguran que ni la izquierda ni la derecha podrán escapar de esas incomodidades de gobernar en coalición, salvo un vuelco del electorado.

Yolanda, promovida al liderazgo en el pasado reciente por Pablo Iglesias, contempla ahora las reticencias mostradas por el antiguo dirigente. La presencia de Iglesias en todo el proceso, aunque sea a través de su indudable impacto mediático, es indiscutible, de tal forma que la integración de Podemos en la alianza final, tras los malos resultados de mayo, se ha convertido en un asunto engorroso. Mientras algunos líderes regionales renuncian o solicitan un acuerdo rápido, la batalla de las listas, particularmente en Madrid, se dibuja como un asunto crucial. Sumar parece medir, sin expresarlo, un cierto temor al desgaste (Más Madrid también insiste en no haber vetado a nadie), en función de los datos sobre los políticos más valorados. Ahí Yolanda acumula su mayor poder ante el cartel electoral.

Pero, al tiempo, esas mismas proyecciones electorales asegu- ran que Podemos, de no llegar a un acuerdo con Sumar, vería seriamente mermada su representación. Sin duda, el momento es decisivo. Feijóo y Sánchez, como si nada pasara a su derecha y a su izquierda respectivamente, dirimen ahora el número de de- bates posibles en la televisión. Los otros partidos querrán estar presentes, claro es, pero se quiere dibujar un enfrentamiento en todo lo alto. Feijóo ha aceptado al menos uno, porque negarse a debatir es muy malo. Debatir no es una rareza: parece una práctica muy razonable en democracia.