LAMENTÁBAMOS ayer que Luis Rubiales estuviera acaparando la atención que le correspondía a nuestras futbolistas, y también, ahora, a nuestros laureados atletas María Pérez y Álvaro Martín. El caso Rubiales se convirtió en la segunda noticia del verano, alentada por periodistas y representantes públicos. Decimos que ha sido la segunda, porque la primera fue, sin duda, por cronología y número de titulares, el macabro caso del español Daniel Sancho en Tailandia. Parece increíble que una tragedia así haya hecho correr ríos de tinta, y que interesen tanto los detalles del asesinato, la desolación de su familia, o la reacción de los allegados de la víctima.
La desmesurada atención a este tipo de noticias y, sobre todo, su prolongación en el tiempo, alientan el morbo; pero también ocupan el espacio y el protagonismo que todo país ejemplar debería dedicar a otros temas y, especialmente, a otros protagonistas del período estival. Los ciudadanos deberíamos estar más ocupados y preocupados por el incendio de Tenerife, por sus causas y consecuencias, por el admirable esfuerzo de los bomberos y las fuerzas de seguridad, por la situación de tantas familias desalojadas, o por el daño ocasionado a uno de los parajes más hermosos de nuestra geografía. Incluso la tardía reacción de nuestros gobernantes contrasta con su pronta respuesta a temas de corte más amarillista, como el mencionado caso Rubiales. También han protagonizado el verano las sucesivas olas de calor, que deberían concienciarnos sobre la situación que viven quienes trabajan en condiciones extremas, no tienen aire acondicionado, o sufren la escasez de agua.
Además, los veranos muestran la labor de aquellos y aquellas que velan por el descanso sin incidencias de la ciudadanía. Ahí están los sanitarios, y las fuerzas y cuerpos de seguridad, trabajando incansablemente por nuestro bienestar. Ellos sí son protagonistas; y deberían rellenar más titulares que el morbo o los chascarrillos. No se trata sólo de que ciertas noticias le resten protagonismo a otras que nos harían mejores como sociedad, y proyecten modelos a evitar, en lugar de conductas a emular; se trata también de la idoneidad de aprovechar el período estival, que nos proporciona tiempo de lectura y ocio, para estar más pendientes de unos medios de comunicación que deberían transmitir lo mejor del ser humano y de nuestra sociedad. Sin embargo, seguimos empecinados en alimentar el morbo. Y hasta los poderes públicos se prestan a una tarea que nos anestesia como personas, nos entretiene de forma frívola, y desvía nuestra atención de otros temas más relevantes que deberían despertar tanto o más nuestro interés. Incluso hemos contribuido a evitar que el foco se ponga sobre las maniobras que ciertos políticos están llevando a cabo con los votos que les otorgamos el 23 de julio.