LA DIVERSIDAD LINGÜÍSTICA española ha llegado al Congreso con la contratación de intérpretes y el uso de pinganillos de forma apresurada. Y es que, en realidad, el castellano seguirá siendo la lengua imperante, pues un diputado gallego, catalán, o vasco, escuchará las traducciones de las otras lenguas cooficiales al castellano, y no a sus lenguas maternas. También se han cuestionado los contratos de los traductores, y se ha señalado que podría tratarse de los falsos autónomos que tanto criticaba la vicepresidenta Díaz. Las prisas responden a las exigencias de los nacionalistas catalanes; y esa urgencia por satisfacerlos ha llevado a proponer ante la UE priorizar el uso del catalán frente al gallego o el vasco. Ya se sabe que, si en Europa se asustan porque son muchas lenguas de golpe, se empieza por el catalán, y listo.
A los gallegos no nos disgusta escuchar hablar gallego en el Congreso, y también nos gustaría que se hablara en las instituciones europeas, faltaría más. Hasta la creación de puestos de trabajo para filólogos e intérpretes es bienvenida. Por eso sería buena idea que también dieran la posibilidad de escuchar las traducciones al gallego. Si se hubiera propuesto, debatido y tramitado como ley por los cauces habituales, y no por vía de urgencia, se solventaría tanta deficiencia e incoherencia. Por eso en Europa piden tiempo, para hacer las cosas “con sentidiño”. Aun así, prudencia; porque igual ellos no están por la labor de satisfacer las exigencias de los catalanes, ni aunque sea el erario público español el que las sufrague, como está dispuesto a hacer el Gobierno.
Tuvo lugar la primera sesión del Congreso plurilingüe. Y asistimos al teatro habitual de nuestros políticos: con Junqueras celebrando sus exigencias, y los de Vox depositando sus pinganillos en el escaño de Sánchez. También se formó un revuelo en la Cámara y en el PP porque Borja Sémper demostró que en el hemiciclo ya se podía hablar en la lengua que uno quisiera, siempre que, por cortesía, se tradujera lo dicho. Es decir, volvimos a ver actitudes infantiles y pataletas, más que una verdadera reivindicación de la pluralidad cultural del país.
Ahora, dado que, según los independentistas, la amnistía ya está acordada y pactada, éstos dan un paso más, pidiendo beneficios económicos para Cataluña, exigiendo la condonación de la deuda contraída con el Estado, reclamando el supuesto dinero que éste le debe a Cataluña, y solicitando competencias para gestionar los impuestos allí. Y claro, los gallegos nos preguntamos si tendremos tanta suerte, y si también nuestra Comunidad saldrá beneficiada. Ya verán como no. Con concedernos que se hable gallego en el Congreso, y quizá algún día en Europa, tendremos que darnos por satisfechos. Una pena, porque no sólo de cultura viven las familias gallegas.