Venezuela dirime su futuro

EL MUNDO ASISTE, con tanta ilusión como desconfianza, a las elecciones que se celebran hoy en Venezuela. El hecho de que por fin la oposición se postule unida para propiciar un cambio de régimen ha generado interés y suspicacia dentro y fuera del país. Y es que lo que aparenta ser una oportunidad única, deviene mera ilusión en un sistema de indudable carácter dictatorial que todo lo controla, especialmente algo tan significativo como unas elecciones presidenciales que decidirán el futuro de nuestro país hermano para los próximos seis años. Hablamos de un contexto geográfico singular en cuyo cambio o posibilidad de transformación confía más su amplia y dispersa diáspora que aquellos que, desde dentro, apenas logran propiciar un giro gestor y político ante el que se sienten incluso temerosos. Y es que allí, aunque a algunos de nuestros hermanos caribeños les cueste reconocerlo, es raro toparse con una familia que, aun abanderando la disidencia frente al régimen chavista, no tenga algún interés o algún allegado que, de un modo u otro, se vea beneficiado o afectado por la cornucopia del poder que propicia un sistema administrativo y político tan astuto y manipulador, como convenenciero.

Hoy Venezuela goza de una oportunidad única para mostrarle al mundo su capacidad de subvertir y alterar aquello que aparenta encorsetado e inamovible. El grado de participación marcará el peso de la balanza política, aunque ya hemos visto las trabas que trata de poner el Gobierno bolivariano para ejercer el voto incluso en el extranjero (sólo pudieron registrarse 69.000 electores de un total de casi cinco millones con derecho a voto en la diáspora). Edmundo González Urrutia, como cabeza de cartel, y María Corina Machado, como verdadera lideresa, tienen en esta jornada electoral una oportunidad única para transformar el devenir de una República Bolivariana maltratada y expoliada por un Gobierno que terminará teniendo que rendir cuentas ante tribunales tanto nacionales como internacionales. Eso sí; si hoy los venezolanos no logran darle un vuelco al panorama político bajo el que viven sometidos, me temo que tendrán que pasar muchos años hasta que Venezuela logre recuperar el rumbo de progreso y crecimiento del que nunca debió haberse desviado. Las encuestas, en este sentido, aparentan reveladoras, pese a la inhabilitación de rivales, la propaganda oficialista y el control mediático. La unión de las fuerzas opositoras bajo las siglas de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) supera, con solvencia, al oficialismo. Otra cosa es lo que el entramado social, político y militar de Maduro esté dispuesto a permitir o a reconocer. Y es aquí donde la Comunidad Internacional debe mostrarse firme y decidida.

La tensión al otro lado del Atlántico es brutal. Pero lo más significativo, y aquello que nos tiene a todos expectantes, es saber si la parte política y social que resulte derrotada será capaz de aceptar el veredicto de unas urnas diseñadas para sentenciar de forma democrática y pacífica el deseo de nuestros hermanos venezolanos. Tal es la incertidumbre que rodea estos comicios, que incluso algunos de los aliados tradicionales del régimen chavista se han mostrado estos días esquivos y hasta distantes con respecto a Maduro. No hay más que ver al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, o al dirigente colombiano Gustavo Petro, apelando a la tranquilidad y al justo respeto al dictamen que evidencien las arcas electorales para constatarlo. Entretanto, María Corina Machado promete fomentar una “transformación democrática” basada en siete principios fundamentales: “libertad, unidad, consenso, civilidad, Estado de Derecho, reencuentro, y sentido de urgencia”. A ver si lo logra. Ojalá le dejen.