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Opinión | Políticas de Babel

Batalla interna en la Franja de Gaza

El desgaste provocado por más de dos años de guerra, el vacío de poder dejado por Hamás en buena parte del territorio de la Franja de Gaza, y las estrategias del Gobierno israelí para reforzar a los clanes y familias rivales de Hamás, han provocado duros enfrentamientos internos entre diversos sectores y facciones palestinas. Recordemos que el Movimiento de Resistencia Islámica es quien ostenta el poder dominante en la Franja desde 2007. Su autoridad no es sólo política, sino también administrativa, institucional, representativa, judicial, y hasta militar gracias a sus estructuras armadas y de seguridad, donde destacan sus brigadas Al-Qassam. Sin embargo, el aparato político y militar de Hamás está más que malherido; y sus condiciones son cada vez más precarias debido a la falta de apoyo económico, armamentístico y logístico proveniente del exterior.

Esta situación de debilidad, a la que no estaba acostumbrado Hamás, ha dejado unos huecos de decisión y poder local que diversos clanes palestinos han aprovechado para mostrar su rechazo a quienes le gobernaban con mano férrea desde hace más de década y media, y con los que no compartían muchas de sus políticas ni muchos de sus principios. Y es que, además del control territorial, el poder de Hamás ha sido tal, que la organización incluso gestionaba la distribución de alimentos, agua, o combustibles. Todas estas rutas de suministro, y toda esta preeminencia en el interior de la Franja (incluido el control de los pasos fronterizos, y hasta el de los camiones de reparto de ayuda) es lo que ahora pretenden recuperar las familias, los clanes armados y las milicias que han estado operando al lado, al margen, o contra la propia Organización durante años, entre los que destacan el clan Doghmush, el clan Khalas (o Helles), el clan Al Masri, la milicia Fuerzas Populares (de Abu Shabab), la familia Dahlan, o el clan Al-Mujaida, ligado también a la familia de Hussam al-Astal. Son los mismos que ven en este algo el fuego, y en el plan de Paz de Trump, una oportunidad para hacerse con el control territorial, defender su influencia en aquellos barrios y zonas que consideran afines, e incluso imponer sus propias normas al margen de Hamás (y en muchos casos también de la injerencia internacional).

Frente a esta actitud supuestamente «rebelde», Hamás los acusa de colaboracionistas con el Gobierno hebreo. Sin embargo, los clanes rivales no se consideran «traidores», y niegan la narrativa del Movimiento de Resistencia Islámica para justificar sus acciones represivas y sus ajustes de cuentas. La situación no pinta bien, pues Hamás no se puede permitir perder el poco poder que le dejará la nueva realidad de la Franja. De ahí que haya decidido acometer acciones que resulten ejemplarizantes y frenen otras sublevaciones incluso de sectores de la sociedad palestina que los considera responsables de la tragedia humanitaria que viven. La estrategia de Hamás, además, resulta peligrosa, pues sus ejecuciones extrajudiciales, sus arrestos masivos, y hasta su política de destrucción de viviendas y desalojo hacia facciones rivales puede perjudicarlos a la hora de obtener esa condescendencia, esas amnistías, y esos salvoconductos prometidos para sus integrantes y reflejados en el propio plan de Paz para Gaza. Además, la fuerte implantación de muchos de esos clanes, las profundas raíces históricas de varias de las familias opositoras, y la influencia social local que han sabido forjar a lo largo de los años, les otorga una gran legitimidad a la hora de plantarle cara a los líderes de Hamás dentro y fuera de los territorios palestinos.

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