Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | On/off

Periodista

Hora galega

El cambio de hora ha venido/todos saben cómo ha sido. Pido perdón al poeta por deturpar el verso, pero viene como anillo al dedo en estos días en que todos estamos convencidos de conocer los efectos del cambio de hora; los unos sobre las ventajas de permanecer con el sistema actual y los otros de las terribles consecuencias para la salud física y mental del ser humano en caso de no eliminarlo el próximo año. Y también -añado- del mundo animal, no me vayan acusar de maltrato. Pienso que no atañe al reino floral, pero si algún ecologeta de moqueta se altera no tengo inconveniente en pensar lo contrario.

Como una hora antes o después a mí no me afecta y tampoco recuerdo lo que me sucedía al respecto en el franquismo cuando el reloj era inmutable, aunque seguro de que estaba a favor del cambio porque ahora soy de los partidarios de que en democracia nos dejen como estamos. No volvamos atrás, y tampoco vaya a ser peor el remedio que la enfermedad, pues el leve trastorno que algunos sufren tras la manipulación de las manecillas se convierta en malestar crónico durante meses. Que en determinadas épocas del año amanezca a las cinco o a las diez, según el horario de verano o invierno que se adopte, no casa con el sentidiño. A mayor abundamiento, sostengo mi tesis confortado con la posición del profesor Jorge Mira al respecto. Valoro el rigor de sus argumentos y la autoridad que inspira, tanto en este y como en todos los asuntos que desde su cátedra divulga magistralmente. Si Mira va contracorriente, más me lo creo.

Y dado que todo se politiza con objetivo polarizante, Sánchez eleva el asunto menor del cambio horario a cuestión de estado, instando a los demás socios de la UE a su abolición. La intención es la misma que la de boicotear el festival de Eurovisión si no se veta a la televisión israelí. Los demás mandatarios europeos no le entienden. Suele suceder con los genios, que sólo los comprenden los iniciados. No se trata de alcanzar la meta, cada día más lejos, sino de desviar el camino para soslayar los asuntos espinosos. Y no me refiero a la corrupción, competencia de los tribunales, sino a la ausencia e imposibilidad de gobernar con presupuestos, haciéndolo a golpe de decreto ley mientras se agudizan los graves problemas de vivienda, salariales, seguridad y un paro que aún duplica la media europea. Debiera hacer caso a Miriam Nogueras cuando le dice que hable menos del cambio de hora y piense en la hora del cambio.

El problema, sobre todo en Galicia, está en el irracional huso horario que impuso Franco para agradar a Hitler. Deberíamos tener la misma hora que Irlanda, Reino Unido, Portugal y Canarias. Lo propuso, sin éxito, el BNG hace 20 años, aunque de aquella se interpretó gato encerrado de color identitario, en la pretensión de que en los boletines horarios de las emisoras de radio se escuchara: “Son las cinco de la tarde, una hora menos que en España”. Zapatero no tragó. Tampoco fraguó años más tarde, cuando ya con menos ímpetu volvió a reclamarla en 2015. Lo de Hora Galega sirvió para bautizar un programa de la TVG que se emite entre lusco e fusco.

El actual huso horario proviene de los años 40, cuando el dictador ordenó retrasar los relojes una hora para adaptarnos al ritmo de vida de la Alemania nazi. Anteriormente hubo de todo. Incluso las Cortes de Cádiz estaban por adaptar las sesiones al discurrir de la luz. En 1974, sólo un año antes de la muerte de un Franco ya en franco deterioro se implantaron los horarios verano-invierno. Presionó el mundo económico, agobiado por la crisis del petróleo. Algunos recordarán aquello de “Aunque usted pueda pagarla, España no puede”. El país de la peseta tenía dificultades para operar con petrodólares.

Los actividades laborales y relaciones sociales cambiaron mucho en estos 50 años. El ahorro energético, nunca despreciable, no es hoy la causa principal para seguir apostando por sincronizar los movimientos del sol y la tierra con la vida de las personas. Se trata de que la luz venza a la oscuridad.

Tracking Pixel Contents