Opinión | Global-mente
Rien ne va plus
Las cosas van de mal en peor en la República francesa, y la mala racha continúa, tozuda. Último golpe al prestigio del país: el robo de ocho joyas, valoradas en 88 millones de euros, una mañana de domingo en el Louvre. El museo más visitado del mundo no es a todas luces el más seguro puesto que los cuatro ladrones se llevaron en 7 minutos las Joyas de la Corona de Francia cargadas de deslumbrantes diamantes, zafiros, esmeraldas y perlas. En su huida dejaron, abandonada en la acera y rota, la corona de la emperatriz Eugenia (de Montijo) esposa del emperador Napoleón III. Es casi una metáfora de la rocambolesca historia de esta alhaja encarnación de la pompa y caída del Segundo Imperio francés.
Encargada por Napoleón III a los mejores orfebres de Francia, la corona consta de 1354 diamantes y 56 esmeraldas insertadas en oro tallado con 8 águilas que simbolizan el Imperio. Cuando en 1870 el emperador es derrotado y capturado en Sedán por los prusianos, la emperatriz huye precipitadamente de París donde el pueblo sublevado proclama la II República. Lleva consigo sus joyas pero se olvida de la corona, que consigue recuperar ya exiliada en Londres tras demostrar que había sido costeada por Napoleón III. En 1988 el Estado francés la compra y desde entonces estuvo expuesta en la galería de Apolo en el Louvre.
El robo de las joyas de los soberanos de Francia ha destapado la vulnerabilidad del museo del Louvre, cuyos empleados denunciaron recientemente, y pone en entredicho la palabra del presidente Emmanuel Macron al haber prometido que la seguridad no sería olvidada en su proyecto de reforma y ampliación del edificio. A la polémica sobre la seguridad se añade el zarpazo a la “grandeur”, representación de la esencia de Francia todavía vigente en un país que siendo republicano añora la monarquía. “Humillación insoportable” dijo el presidente del ultranacionalista Reagrupamiento Nacional, Jordan Bardella, que se pregunta hasta donde irá la “desintegración del Estado”.
Y es que Francia sigue inmersa en una crisis política y financiera sin visos de solución. El viernes anterior al atraco, la agencia de calificación Standard & Poor’s rebajó la nota de Francia por “la elevada incertidumbre de sus finanzas públicas” adelantándose excepcionalmente a la fecha prevista del 28 de noviembre. Mala señal, pero no la única. Según el sondeo publicado por el vespertino Le Monde las dificultades económicas son la primera de las preocupaciones de los franceses, muy por encima de la delincuencia y la inmigración. Además revela la enorme impopularidad del presidente Macron: el 58% de los encuestados quieren que dimita. Pero el resto de los políticos tampoco salen bien parados, la inmensa mayoría piensa que son corruptos y solo actúan en función de sus intereses personales.
Por si fuera poca la desconfianza, transcendió que el presidente Macron recibió al expresidente Nicolas Sarkozy en el Elíseo unos días antes de ingresar en prisión; normal tratándose de un predecesor en la presidencia -argumentó. Sarkozy, condenado a 5 años de cárcel por el asunto de la financiación libia de su campaña presidencial de 2007, fue despedido por su familia y sus partidarios, entonando la Marsellesa, a la salida de su domicilio parisino en una escenificación de apoyo y adhesión. Pero también de desafío a los jueces. ¿Quién da más?
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