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Opinión | POLÍTICAS DE BABEL

Profesor universitario

Elecciones legislativas en Argentina

Nuestros hermanos argentinos se debaten entre la fuerza de un peronismo considerado el movimiento político más influyente y duradero de la República Argentina desde mediados del siglo XX, con la vertiente más progresista y kirchnerista en las últimas décadas; y el extremismo liberal, derechista y populista de un Javier Milei que llegó para romper los resortes en los que se amparaban la política y la Administración de una nación que hasta mediados del siglo pasado constituía una de las economías más prósperas del mundo. Tras las elecciones presidenciales del 19 de noviembre de 2023, el actual presidente se hizo cargo de un país en estado crítico. A su llegada se topó con un 40% de pobreza, unas previsiones de hiperinflación cercanas al 180%, un sistema de protección pública que protegía a un amplio sector social que recibía una paga “por no trabajar”, y un sistema político y administrativo hipertrofiado.

Quería reformarlo y podarlo todo, incluso echando mano de su famosa “motosierra”. Pero ya advertimos aquí en su momento que no le resultaría fácil, pues era muy fuerte la parálisis estructural que vivía Argentina. Hoy todavía resuenan en nuestras cabezas aquellas promesas vertidas por Milei al inicio de su mandato, como “dolarizar” la economía, “cerrar” el Banco Central, “reducir el gasto público”, “adelgazar” el sistema ministerial, y hasta “reprivatizar” muchas empresas cargadas de “elevadas deudas” que impedían una mayor competitividad a nivel productivo. Su objetivo ha sido siempre renovar la imagen de la República Argentina; y para ello orientó buena parte de su gestión a atraer la inversión extranjera. Pero nada de ello resulta sencillo en un país demasiado asentado en el legado del peronismo y el kirchnerismo.

Lo que sí podemos reconocer ya es que la economía argentina muestra signos de recuperación. Así, por ejemplo, el PIB creció un 6,3% en el segundo trimestre de 2025. Incluso las previsiones son positivas. Al menos así lo sugiere la OCDE y otros organismos internacionales, que calculan un crecimiento del 5,2% para 2025, y de un 4,3% para 2026. También es cierto que la economía argentina se muestra más abierta, tras la reciente eliminación de la mayoría de los controles de cambio y de capital. Incluso la inversión extranjera aparenta más interesada, quizá debido a la liberalización impuesta por Milei y a las ventajas competitivas que ofrece ahora el país. Lo malo es que la inflación sigue elevada, lo que perjudica el poder adquisitivo de sus habitantes. Quedan reformas por hacer a nivel laboral, fiscal o regulatorio. Pero habrán de implementarse sin provocar un colapso social.

De momento, Donald Trump ha irrumpido en plena campaña electoral; y sus fórmulas de rescate para Argentina constituyen todo un apoyo, ya sea debido a ese ‘swap’ de monedas o permuta de divisas por 20.000 millones de dólares; gracias a un crédito similar aportado por bancos privados; o por la prometida intervención periódica del propio Departamento del Tesoro estadounidense en el mercado de cambios argentino para frenar la caída del peso. Hoy los argentinos votan a modo de plebiscito. Es decir, le dirán a Milei si aprueban o rechazan sus políticas, y hasta sus modos a la hora de expresarse y dirigirse a sus contrincantes; todo ello teniendo como telón de fondo diversos escándalos de los que ni Milei ni su hermana ni su Ejecutivo han logrado librarse. Sea como fuere, nadie puede negar que el porteño cuenta con un ejército de seguidores leales e incondicionales que harán todo lo posible para que su polémico líder siga controlando el futuro de su bello país.

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