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Opinión | Políticas de Babel

Profesor universitario

Aires compostelanos en el Gobierno de Bolivia

El pasado 17 de agosto se celebraron elecciones presidenciales en el Estado Plurinacional de Bolivia. La participación rozó el 87%. Pese a ello, y como avanzamos aquí, al no lograr superar ningún candidato el 40% de los votos (más una ventaja de 10 puntos), nuestros hermanos bolivianos tuvieron que regresar a las urnas para una segunda vuelta este 19 de octubre. El vencedor ha sido, al igual que entonces, el centroderechista Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Nacido en Santiago de Compostela el 22 de septiembre de 1967, Paz Pereira será, por tanto, el nuevo presidente de Bolivia a partir del próximo 8 de noviembre, tras haberse hecho con el 54,5% de los votos (en la primera vuelta, con más candidatos, logró igualmente el primer puesto con el 32,06% de las papeletas). En segundo lugar quedó Jorge ‘Tuto’ Quiroga Ramírez, representante de la agrupación, también de centroderecha, Alianza Libre, quien obtuvo el 45,5% de los sufragios (en la primera vuelta lograra el 26,70%).

Como ya adelantamos aquí hace dos meses, lo más sorprendente para los líderes internacionales de izquierdas, fue la dura derrota del candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Eduardo del Castillo, quien en agosto apenas logró recolectar el 3% del apoyo electoral. Se hundía así brutalmente en Bolivia un largo periplo de gobiernos de izquierdas. Esta brutal caída de la izquierda inaugurada en 2006 por Evo Morales, y que logró mantener un poder clientelista, derrochón y estatista durante casi dos décadas, ni siquiera ha sido capaz de subvertir la fractura interna entre los ‘evistas’, seguidores de Evo Morales, y los ‘arcistas’, fieles a Luis Arce.

Estas elecciones han terminado de confirmar el cambio, la transición en la política boliviana. Hablamos de un giro de tuerca total que responde a un cúmulo de factores innegables. Por un lado, una crisis económica que se extiende demasiado en el tiempo. Por otro, una escasez de bienes básicos que lamenta una y otra vez la población local en hogares, calles, plazas y mercados. En tercer lugar, son muchos los que coinciden en señalar que el modelo estatista del Gobierno se evidencia fracasado y proclive a la corrupción. Finalmente, la antedicha división interna sufrida por el MAS ha alentado también el tránsito hacia las opciones de centro y de derecha por parte de una sociedad hastiada de los fracasos administrativos y de gestión de los pasados Ejecutivos gubernamentales.

Todo ello lo sabe el nuevo presidente; quien tendrá que enfrentarse a múltiples y variados retos. Sin embargo, el perfil conciliador y negociador de Rodrigo Paz le ayudará a gobernar un territorio fragmentado y con importantes desafíos de carácter económico, institucional y social. A mayores, sabe bien el futuro presidente boliviano que habrá de buscar nuevas fórmulas para compensar la escasez de divisas. El déficit público, que supera el 10% del PIB, será otra de sus batallas. Promete disciplina fiscal y una Administración menos centralizada. También tendrá que bregar con una inflación interanual del 25%, y unas carencias alimentarias y de combustible que impactan de manera fatal en las familias bolivianas; de ahí la apuesta del compostelano por la diversificación económica (más allá del sector minero o de los hidrocarburos, y cooperando con las comunidades indígenas incluso en la extracción del ansiado litio), y por la inversión privada y extranjera. En este sentido, su profundo internacionalismo, así como sus buenas relaciones con Norteamérica y la UE, también contribuirán a devolverle a nuestro querido país hermano todo su esplendor.

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