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15-M: diez años perdidos para los jóvenes

    DIEZ AÑOS DESPUÉS DEL 15-m la sociedad española no es la misma. Cierto que a lo largo de esta terrible década, en las que los ciudadanos vivieron dos de las peores crisis de la historia, se quedaron por el camino muchos de los ideales que movieron a miles de indignados a tomar las calles para mostrar su hartazgo sobre la clase política y los poderes económicos. Pérdida de ilusión y activismo, esperanzas frustradas y la sensación de que la inmensa mayoría de aquellos jóvenes se sintieron defraudados. Tal es así que, según señalan encuesta, más del 60 % de los que acamparon en las plazas o acudieron a las marchas de protesta no volvería a hacerlo. Diez años después, en el plano político, PSOE y PP, que eran parte del problema, perviven como solución de la misma forma que las entidades financieras siguen marcando la vía por la que se ven obligadas a transitar familias y empresas; es más, desafían al Gobierno como se comprobó estos días: sin abrir el grifo del crédito para aliviar la falta de liquidez, provocando miles de despidos y anunciado escandalosas subidas de sueldos a sus directivos, incluso en entidades rescatadas con capital público. Si nos referimos a lo social, el estado de la situación es todavía peor: la tasa de paro juvenil en 2011 era del 48,7 % mientras que en la actualidad se sitúa en el 39,6 %. Un informe del Banco de España ya alertó este año de que uno de cada tres jóvenes no tiene ingresos y, según datos del Consejo de la Juventud, los menores de 34 años ganan ahora entre 2.400 y 2.850 euros menos al año que hace una década. Con otro agravante, mientras que en 2011 el 54,8 % tenía un contrato indefinido ahora ese porcentaje se reduce al 51 %. En ello insisten muchos de los protagonistas de las revueltas del 15-M: esta generación tiene todavía menos futuro que la nuestra. ¿Qué falló para que reivindicaciones con las que la mayoría de la sociedad estaban de acuerdo no fraguaran? Quizás la respuesta esté en que los jóvenes pecaron de ingenuos y permitieron que algunos ventajistas aprovecharan los resquicios para capitalizar unas protestas que nacieron ante las políticas erráticas de Zapatero y que algunos supieron reconducir, aprovechando la indignación, contra la política a la desesperada del Ejecutivo de Mariano Rajoy para salvar a España de la intervención. Cuando los salvapatrias, ideológicamente contaminados con mensajes desnortados, tocaron el poder se produjo la debacle y la frustración. Los jóvenes de 2011 y los del 2021 vivirán peor que sus padres salvo algunas excepciones. Esta situación es lo que más duele a todos los que tomaran las plazas hace diez años. ¿Qué más se puede hacer hoy? Esa es la cuestión.

    16 may 2021 / 01:00
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