Alta tecnología solo para multar

santiago se está convirtiendo poco a poco en una especie de plató de Gran Hermano en el que infinidad de maquinitas inteligentes controlan nuestros coches minuto a minuto. Así, contamos con un sinfín de radares fijos y móviles, fotorrojos, cámaras medidoras en el casco histórico, paneles luminosos que nos indican a la velocidad a la que vamos y en breve también patrullarán por la ciudad dos modernos multamóviles capaces de leer cientos de matrículas por minuto. Todo este dispositivo ha sido instalado por nuestro bien, claro, y con un claro ánimo de utilidad pública, como diría Pedro Sánchez. Las multas, además, no persiguen ningún afán recaudatorio, según repiten sin cesar quienes nos gobiernan, aunque tampoco parecen mostrar mucho disgusto con el dineral que recaudan gracias a los nuevos sistema de vigilancia y control (el otro publicábamos la amenaza de embargo que pesa sobre dos mil automovilistas compostelanos). Lo más curioso, y mosqueante, es que todos estos modernísimos sistemas control solo parecen funcionar cuando sirven para sancionar. En cambio, cuando se trata de prestar un mejor servicio a los ciudadanos da lo mismo utilizar tecnologías lentas y obsoletas. Hablemos, por ejemplo, del parquin de la vanguardista Intermodal, donde siguen funcionando unas máquinas de cobro -solo dos en el mejor de los casos- que están situadas en el exterior, con la incomodidad que eso supone cuando llueve, y que expiden unos tíquets que obligan a hacer mil contorsiones a los automovilistas al abandonar el recinto debido a la mala calidad de la impresión del papel o de los lectores de los códigos de barras. ¿Resultado? Colas frecuentes ante las barreras de la primera “ciudad del transporte de Galicia”. Si esas máquinas sirviesen para multar, seguro que el mecanismo sería mucho más fácil, cómodo y rápido. ¿Alguien lo duda?

BEATRIZ CASTRO/Periodista