Arrasar con nuestro patrimonio

HACE UNOS CUANTOS AÑOS, cuando se empezó a hablar de la necesidad de ampliar la estación de tren de Santiago con la mirada puesta en la llegada del AVE, algunos lumbreras propusieron arrasar por completo con la actual terminal alegando motivos relacionados con la operatividad. Resultaría más barato y sencillo, aducían, tirarlo todo y empezar desde cero, aunque también salieron a relucir otro tipo de razones ajenas al supuesto pragmatismo. Dichas voces alegaban la estupidez que supondría mantener en pie un edificio tan tosco y de corte franquista -el pesado discurso de siempre- con lo vanguardistas y prácticos que son los inmuebles diseñados por los arquitectos contemporáneos, tan dados a construir cubos de cristal, hormigón y aluminio con menos encanto que una fiambrera de playa. La sensatez finalmente imperó y el proyecto de construcción de la nueva Intermodal reflejó que debería mantenerse en pie la estación inaugurada por Franco en 1943. Igualmente se salvaron, in extremis, las bonitas escaleras del Hórreo, que al parecer también molestaban. Gracias a la presión ciudadana, Santiago no perdió otro de sus edificios que tienen un enorme valor sentimental para varias generaciones de compostelanos. Pero mientras tanto, decenas de pequeñas estaciones de la misma época que en su día dieron vida a infinidad de pueblos españoles siguen criando telarañas y ruina tras quedar inoperativas, cuando podrían reconvertirse en bonitos centros sociales, como pasó con la de Cornes, restaurantes o salas de exposiciones. Aún nos queda mucho que aprender sobre el cuidado de nuestro patrimonio. Mucho-mucho.