Cambios con el debido ‘sentidiño’

santiago Dice una vieja maldición algo así como “ojalá se cumplan tus deseos”, y se debería tener muy presente. Si le preguntamos a los vecinos de una calle deteriorada si quieren que se hagan arreglos, seguramente contestarán que sí, pero en el momento en el que comiencen arrancarán también los debates sobre si hay ruido, polvo, cortes de tráfico o de suministros, y por muy bien que resulte el acabado, siempre habrá alguna discrepancia. Si en ciudades como Compostela se pregunta si es necesario mejorar el reparto en el casco histórico y controlar los flujos de vehículos y personas para evitar atascos y aglomeraciones que puedan provocar un riesgo real, la respuesta será afirmativa. Otra cosa es cuando el sistema se empieza a implantar y resulta que no pega mucho con la arquitectura de la zona. Desde luego, a la vista del tamaño de báculos y cámaras, parece que podría buscarse alguna fórmula de camuflaje, pero poco se puede hacer si lo que se pretende es que realmente el sistema ejerza el control que se necesita y pueda además de recoger datos, elaborar estrategias para la prevención de posibles problemas, y lo que está claro es que una instalación de andar por casa quizás no ofrezca las suficientes garantías. Habrá que hacer encaje de bolillos, y pensar que, al fin y al cabo, hay que adaptarse a las necesidades actuales. Hasta hace poco más de un siglo en la zona histórica no había electricidad, y por lo tanto ni farolas ni los cables que ahora tanto deslucen, pero nadie echa de menos las antorchas, que seguro que daban mucho ambiente. Lo que está claro es que se trata de un equipamiento necesario y que en días futuros puede prestar muy importantes servicios, al igual que lo hizo el agua corriente. Lo importante es que la ciudad histórica siga viva, y los seres vivos, o se adaptan o se fosilizan, y si hoy pudiera ver la zona un residente del siglo XVII seguro que no la reconocía y hasta se podría acabar perdiendo.