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Cidade da Cultura, juzgar sin conocer

    PARA JUZGAR cualquier cosa en su justa medida nada hay mejor que conocerla, así que a buen seguro numerosas personas que hasta ahora creyeron a quienes llevan años criticando la Cidade da Cultura habrán cambiado radicalmente de opinión en las últimas semanas al contemplar en vivo y en directo, como se suele decir, el magnífico complejo que corona el monte Gaiás. El caso es que el proceso de vacunación contra el coronavirus ha llevado de forma obligada hasta allí a muchos miles de personas que hasta el momento, por desgana, falta de tiempo o las razones que sean, no habían tenido oportunidad de conocer el recinto, y no hay más que ver la cara de admiración de muchos de los visitantes para comprobar su agrado por lo que ven. Lógico, porque se trata de una obra espectacular y bellísima, sin duda una de las más originales levantadas en las últimas décadas en todo el mundo, que a la fuerza provoca asombro, pese a lo cual ha estado rodeada de críticas alentadas por ciertos grupos de presión a los que nunca les gustó que Manuel Fraga eligiese Santiago para desarrollar dicho proyecto. Lo malo es que muchas personas de bien creyeron en la honradez de dichos ataques basados en intereses espurios y se sumaron, engañadas, a una campaña de desprestigio que poco a poco ha ido cediendo en intensidad debido a la fuerza tozuda de los hechos. Como bien afirma el dicho, una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad, y al final resulta hasta ridículo negar que la creación de Peter Eisenmman es una obra maestra digna de figurar, como ya lo hace, en los mejores catálogos de arquitectura moderna a nivel internacional. Además, la escasa utilidad pública de la Cidade da Cultura, idea igualmente alentada por ciertos sectores con objetivos torticeros, tampoco tiene ya credibilidad, porque el recinto no para de albergar exposiciones de gran calado, conciertos de todo tipo, actividades para niños y adultos, congresos profesionales y hasta fiestas temáticas, todo ello sin contar la gran cantidad de estudiantes que utilizan su biblioteca, los cientos de funcionarios que allí trabajan o los numerosos viandantes que se acercan para disfrutar de unos paseos y unas vistas espectaculares. Muchas de las personas que no conocían el Gaiás y lo han descubierto a través de la vacunación volverán allí, seguro, en otras circunstancias para disfrutar con más calma de todo lo que ofrece un complejo admirable y que supone un orgullo para toda Galicia. Esa es la única verdad, por mucho que unos pocos liantes lleven años intentando demostrar lo contrario. Lástima que no haya aún una vacuna contra los opinadores tóxicos que tanto juzgan sin conocer.

    10 may 2021 / 01:00
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