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De compras por Serrano

el 6 de noviembre de 2010, cómo pasa el tiempo, el anterior papa visitó durante unas horas Santiago. Aquel día fue prácticamente imposible acceder a un casco histórico que amaneció blindado por un sinfín de policías, cientos de comercios apenas facturaron debido a las restricciones de movimiento y tampoco los hoteles tuvieron su mejor día. ¿Ayudó el viaje de Benedicto XVI a proyectar más la imagen de Compostela en los cinco continentes? Seguramente sí, pero cuando una marca está muy consolidada, como es el caso de Santiago, todos esos golpes de efecto son relativos y muy difíciles de cuantificar. Viene esto a cuento del rollete rancio que se han montado muchos medios de comunicación en torno a la cumbre de la OTAN, que al parecer ha servido, además de para alcanzar nuevos compromisos de seguridad entre los aliados occidentales, para proyectar urbi et orbe la imagen de Madrid como una ciudad moderna, abierta, alegre y dotada con unas infraestructuras de primera. Y también nos hemos cansado de oír lo bien que ejerció la reina como anfitriona de la mujer de Biden, de las esposas y maridos de los participantes en la cumbre y hasta de las nietas de la primera dama de Estados Unidos, comitiva que nadie sabe muy bien qué pintaba en esta historia. Lo cierto es que, mientras los principales gobernantes occidentales lanzaban advertencias a Putin y sus acompañantes se iban de compras por Serrano o visitaban algún museo, cientos de miles de madrileños padecieron tres días de restricciones de todo tipo. Afirman los cronistas que la cumbre fue un éxito. Pues aplaudamos con las orejas. Y viva la madre superiora.

02 jul 2022 / 01:00
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