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Desescalada: aprender de los errores

    cuanto más cerca estamos de la Navidad más extraña de nuestras vidas, por fría y triste, más se agrieta el consenso entre científicos y políticos sobre la aplicación estricta de restricciones para contener los contagios y doblar la curva de esta segunda ola del COVID. Con el Black Friday llegan las rebajas y los matices, y la innegociable seguridad sanitaria choca con la desfeita de la pandemia en la economía, sin que hallemos la manera de encontrar un equilibrio aceptable. Incluso en Galicia, el paraíso del sentidiño, las prioridades del comité clínico comienzan a ser suavizadas por los gobernantes. La presión de los sectores más castigados, la hostelería y el comercio, se vuelve insoportable. Tanto que mientras los expertos sanitarios recetan prudencia, prudencia y más prudencia, por mucho que los datos de evolución del virus sean alentadores, los gestores públicos valoran abrir la mano y relajar en diciembre los protocolos que restringen las interacciones sociales y la movilidad. De hecho, el Gobierno de la nación abre ya la puerta a otra desescalada con un borrador que contempla limitaciones –un máximo de seis personas en las cenas navideñas, toque de queda a la una de la madrugada en Nochebuena y Nochevieja, y evitar al máximo los desplazamientos–, pero no impone confinamientos territoriales y los deja a discreción de las autonomías. Este es, pues, el escenario que deberemos gestionar con los cinco sentidos los gobernantes, la sociedad y todos y cada uno de nosotros. Sería imperdonable que nos dejásemos llevar por la ansiedad del verano, con otra desescalada deprisa y corriendo que nos metería de cabeza en el pozo de una tercera ola letal tanto para la salud pública cuanto para la economía. Se trata de no bajar la guardia, fundamentalmente, porque aunque los menos de cuatrocientos casos de incidencia acumulada suponen un logro, sin duda, todavía le queda a España mucho camino por delante, muchos sacrificios, para alcanzar los cincuenta contagios por cada cien mil habitantes, el techo que la OMS considera admisible para tener controlada la pandemia. La prioridad número uno es y será siempre salvar vidas, también en Navidad, sin que ello signifique que no entendemos la tragedia de miles y miles de pequeños negocios que están a un paso de la quiebra. Por eso, demostremos que hemos aprendido de los errores y preparémonos para una desescalada pausada. Solo así, con cabeciña y responsabilidad, protegeremos la salud y la economía. Solo así cerraremos la puerta a la tercera ola.

    25 nov 2020 / 00:00
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