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Desescalar con ‘sentidiño’

    confirmó el comité clínico ayer lo que Feijóo y Rueda habían adelantado la semana pasada: Galicia inicia la desescalada, alivia restricciones y se encomienda al sentidiño. Abre la mano Sanidade coincidiendo con la vacunación masiva de los más de doscientos mil mayores de 80 años, un proceso que se alargará durante todo marzo y todo abril. Son conscientes las autoridades sanitarias, como lo es el presidente de la Xunta, de que estamos en medio de un territorio con luces y sombras: desde hace días caen todos los parámetros de la pandemia –en las pasadas veinticuatro horas se registraron 213 contagios, la cifra más baja desde octubre–, pero la presión hospitalaria mejora con lentitud; de hecho, la desescalada se activa con más pacientes ingresados en las ucis del Sergas que durante el pico de la segunda ola. Este es el retrato sanitario que permite vislumbrar el fin de la pandemia, tanto aquí cuanto en el resto del Estado, siempre que la relajación de las restricciones se haga bajo estrictos criterios técnicos, y que la vacunación masiva coja ritmo en las próximas semanas para llegar al verano con el 70% de la población inmunizada. Harina de otro costal es el retrato económico, con la pandemia ahogando sectores y desangrando el PIB. Es preocupante que España tenga a estas alturas deudas por devolver que hipotecarán a cuatro generaciones. Lo es que los cálculos de recaudación que ha hecho el Gobierno de Pedro Sánchez pequen de exceso de optimismo, porque dañarán las previsiones de gasto. Es preocupante que las ayudas directas sigan siendo palmariamente insuficientes y que las promesas no se concreten. Lo es que los gobernantes hagan oídos sordos a las advertencias de Bruselas sobre el peligro cierto de una avalancha de quiebras. Es preocupante que más de un 20 % de los ERTE lleven camino de terminar en ERE. Y lo es, en fin, que cada vez más analistas no vean la salida de la crisis este verano próximo. Las radiografías de los economistas coinciden en lo esencial: la recuperación depende absolutamente del fin de los confinamientos, de que se levanten las restricciones y de que se recupere la movilidad. En resumen, de que España alcance la anhelada inmunidad de rebaño a través de la vacunación masiva. En este escenario de choque entre lo que necesitamos para proteger la salud y lo que hace falta para impulsar la economía –la cuadratura del círculo, o sea–, la desescalada que Galicia quiere hacer sin pasos en falso es un balón de oxígeno. Un valioso brote verde de esperanza.

    23 feb 2021 / 01:00
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