El aerotaxi y los drones pueden esperar

NADA hay que objetar, todo lo contrario, a que Santiago haya sido una de las pocas ciudades europeas elegidas para hacer demostraciones de cómo funcionan los llamados aerotaxis y el reparto de mercancías a través de drones. Cuentan en el Instituto Tecnológico de Galicia, que se va a encargar de coordinar esta iniciativa de cara al 2022, que los taxis aéreos se utilizan ya mucho en entornos urbanos de China y que en España podrían empezar a tener un cierto peso en el plazo de una década. Por otra parte, a nadie se le escapa que el uso de drones todavía está en pañales y que es realista imaginar que más pronto que tarde, cuando los sistemas de seguridad avancen y las legislaciones sepan cómo regular su funcionamiento, el cielo de muchas ciudades será surcado por artefactos teledirigidos que dejarán en las puertas de empresas y domicilios todo tipo de mercancías. Todo eso está fenomenal, sí, pero lo cierto es que resulta chocante hablar de taxis volantes y de drones que reparten paquetería en una ciudad cuyo transporte urbano se ha quedado anclado en el siglo XX y en la que la distribución de mercancías se realiza aún a través de camiones de tonelaje medio en zonas tan sensibles como el casco monumental. Conviene preguntarse de nuevo, pues, cuándo el Ayuntamiento tendrá a bien renovar los humeantes autobuses que recorren la ciudad, cuándo instalará sistemas GPS en todas las paradas, cuándo montará marquesinas como Dios manda, cuándo se subirá al carro de los vehículos eléctricos y cuándo creará un mapa de rutas más ágil y eficaz. En cuanto al reparto de productos por la zona vieja, todo indica que aún deberán pasar bastantes años para que veamos circulando por las rúas a pequeños vehículos ecológicos que no hagan ruido ni suelten humo. Eso es lo que urge poner en marcha. Todo lo demás, puede esperar.

BEATRIZ CASTRO/Periodista