El cachondeo del gasóleo

ALGUNAS ESTACIONES de servicio de Santiago ya venden el gasóil al mismo precio que la gasolina, algo inaudito que en España solo ocurrió, por un breve espacio de tiempo, cuando estalló la crisis de 2008. Seguramente los analistas económicos tendrán alguna explicación razonable a esta progresiva equiparación de precios, pero quienes poco entendemos de estos vaivenes no podemos evitar quedarnos con cara de parvos al sospechar que hemos sido víctimas de un engaño masivo urdido por la clase política y por unos consejeros que siempre parecen orientar mal. Me explico. Hasta hace muy pocos años, el gasóil era el combustible de los currelas y de quienes miraban con lupa la billetera cada vez que iban a repostar. El diésel era bastante más barato que la refinada gasolina, pero a cambio los coches movidos con dicho combustible tiraban menos, hacían más ruido y vibraban más, aunque a cambio consumían menos y contaban con motores mucho más robustos. Eran, como decíamos, los vehículos más demandados por las clases trabajadoras. Lo malo es que los coches de gasóil mejoraron una barbaridad en muy pocos años y en seguida los políticos supuestamente verdes se empeñaron en demonizarlos al constatar, de repente, que son menos ecológicos que sus primos de gasolina. Total, que la lucha contra el cambio climático aconsejaba meter un buen palo a los sucios conductores adictos al diésel. Y en esas estamos. Ahora lo que toca es comprar coches eléctricos... hasta que mejoren todo lo que tienen que mejorar, que es mucho, y los sabios de siempre acuerden demonizarlos. Ya se inventarán alguna excusa creíble.