El querido bar de la esquina

QUE UN LOCAL como la Bodeguilla de San Roque, uno de los restaurantes más emblemáticos y veteranos de Santiago, haya tenido que cerrar sus puertas para siempre después de treinta y cinco años en la brecha, que se dice pronto, refleja con total fidelidad el momento dramático que está atravesando el sector de la hostelería en una ciudad que, por desgracia en el momento que vivimos, basa buena parte de su actividad económica en el turismo. Si un negocio de ese calado, a cuyo frente figuraba uno de los profesionales mejor valorados de Galicia, ha tenido que echar la reja, causa pavor imaginar cómo lo estarán pasando decenas de locales más modestos que están regidos por personas jóvenes y casi recién llegadas a un ruedo que se ha venido abajo en un plis plas. Cuenta Javier Míguez, dueño del restaurante ya cerrado y de otros dos que aún resisten el temporal, que buena parte de los clientes de la Bodeguilla de San Roque eran forasteros y que desde hace casi un año, tras declararse la pandemia, los ingresos han bajado tanto que resulta imposible hacer frente a la sequía. Esa es la cruda realidad, que afecta de igual forma a infinidad de negocios de todo tipo cuya subsistencia depende de un turismo que ha dejado de venir y que seguramente tardará aún mucho en recuperar su antigua pujanza. Y la realidad indica también que el COVID acabará llevándose por delante a otros muchos bares, hoteles y comercios pequeños radicados, sobre todo, en la zona monumental de Santiago y en sus aledaños, como es el caso del citado restaurante (rúa de San Roque). Miles de forasteros, sin duda, sentirán mucho el cierre de la Bodeguilla, pero la sensación de vacío será aún mayor entre los numerosísimos compostelanos que habían convertido este local en su refugio de referencia. En su querido bar de la esquina.

BEATRIZ CASTRO/Periodista