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El triunfo del sentido común frente a la demagogia

    EL TRIUNFO DE Joe Biden, en clave de futuro, está generando tanta controversia como expectación provocó el recuento. Las primeras diferencias están dentro de los Estados Unidos: pese al éxito del candidato demócrata el país está todavía más polarizado. A falta del redondeo final al aspirante le respaldó el 50,5% de los votantes (más de 74 millones de personas) mientras que el todavía presidente logró el 47,7% de apoyos (superando la barrera de los 70 millones). Como quiera que hubo récord de sufragios, republicanos y conservadores mantienen apoyos entre sus fieles; es decir, no hubo un gran travase como demuestran los primeros análisis y unos y otros siguen fuertes en sus caladeros tradicionales aunque hay un matiz reflexivo que puede marcar el devenir: Biden arañó votos entre los blancos conservadores y Donald Trump subió en la colectividad hispana (con la excepción de Florida donde los cubanos siguen anclados en su antisocialismo), asiáticos y, sorprendente, una parte de los afroamericanos.

    La inclinación en el fiel de la balanza hay que buscarlo en esa franja (en España sería el centro) en la que habitan las personas moderadas y con sentido común, esas que se alejan de populismos y nacionalismos extremos, que son acérrimos defensores del respeto a los principios democráticos; votantes que no soportan los extremismos y que defienden la tolerancia y el respeto.

    Trump y el trumpismo, como tantos otros repartidos por el mundo, llegaron al poder a lomos del descontento que provocó la crisis financiero-económica desatada tras la quiebra del gigante Lehman Brothers. Fueron años en los que la crisis golpeó con dureza dejando un reguero de personas en paro, empresas quebradas y familias en apuros. Que los estadounidenses se lanzaran en brazos de un personaje como el magnate del sector de la construcción, experto en evadir impuestos, forma parte de esa especial idiosincrasia de una nación que pasa por ser la más poderosa del mundo.

    El triunfo de Biden, a pesar de sus limitaciones como líder, representa todo lo contrario; es una vuelta a los valores más tradicionales y debería marcar el camino para que los ciudadanos, primero en EEUU y después en el resto del mundo occidental, recuperen la confianza en una clase política devaluada por su incapacidad para aportar soluciones a los problemas que está provocando esta otra gran crisis que nació como sanitaria pero que avanza de forma inexorable en la vertiente económica. La respuesta está más en el sentido común del ganador de la elecciones USA que en la demagogia del perdedor. Al que le faltó altura de miras hasta en la derrota.

    09 nov 2020 / 00:00
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