Filomena, Mortadelo y Filemón

siguen pasando las semanas y ninguno de los supuestos expertos en virología que asesoran al Gobierno central y a los autonómicos han logrado explicar aún por qué el coronavirus se muestra mucho más activo en el interior de un bar, por ejemplo, que en un vagón de tren, o dentro de una oficina bancaria que en el súper de la esquina. Misterios que tiene la ciencia. O milongas que nos cuentan los políticos creyendo que somos parvos. En Santiago, sin ir más lejos, la estampa más común que se pudo ver en los locales de hostelería durante las navidades fue la de unos pocos clientes tomando un café rápido en mesas rigurosamente separadas, o bien helándose en el exterior en sillas distantes. En las entidades financieras, más de lo mismo. Cuatro clientes dentro, incluso en oficinas de doscientos metros cuadrados, y muchos más fuera esperando al fresco. En los trenes y autobuses, en cambio, parece que el virus se calma y no actúa. En algunos supermercados ocurre lo mismo, quizá porque los grelos repelen mejor el COVID que los vagones ferroviarios y las ventanillas bancarias. Ayer, EL CORREO colgó un vídeo sobre cómo se desplazaron hasta el instituto, tras las vacaciones navideñas, numerosos alumnos de Ribeira: en un autocar atestado, con todos los asientos ocupados y el pasillo a rebosar de pasajeros. ¿Se trata de una imagen inhabitual? En absoluto. En la estación de tren de Compostela la misma escena se repite con frecuencia, en algunos buses pasa a veces algo parecido y el metro de Madrid es un hormiguero, pero lo más importante es que la gente no se apoye en la barra del bar aunque esté a dos metros de distancia de los demás clientes. ¿Alguien entiende algo? A saber, aunque cabe esperar que el temporal Filomena haya refrescado un poco las ideas a nuestros gobernantes y dejen ya de comportarse como Mortadelo y Filemón.

BEATRIZ CASTRO/Periodista