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La hora de los moderados

    NOS apropiamos de la idea-fuerza que Jordi Juan, director de La Vanguardia, desarrolló en su artículo de ayer. Argumenta el prestigioso periodista que esta es la hora de los moderados, y no podemos estar más de acuerdo. Cuando la defensa de la libertad de expresión degenera en violencia radical y en saqueos, es cuando cobra todo su sentido el emocionante verso de Kipling: Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila / cuando todo a tu lado es cabeza perdida... Cuando en el cuadragésimo aniversario del golpe de estado del 23-F algunos descosen las costuras de nuestra monarquía parlamentaria, es cuando más necesitamos recetas como las que propone Jordi Juan. Pone él su lupa sobre Cataluña, pero lo que escribe le va como anillo al dedo a las miserias en las que enredan a España. Decimos que no se puede legitimar la violencia con los escudos de la libertad de expresión o con las terroríficas tasas de paro juvenil, que han devenido en excusas de mal pagador. Decimos que este bendito país no se puede consentir el dislate de tirar la legislatura, con las calles incendiadas, cuando lo que necesita en salir del pozo de la pandemia sanitaria y recuperar el pulso de la economía. Decimos que lo que la inmensa mayoría de los españoles quiere es estabilidad, no algaradas ni adoquines. Decimos, en fin, que solamente la sensatez de los moderados puede iluminar un futuro de progreso. El sentido común dicta que el incendio Hasél tiene los días contados, y que harían bien nuestros gobernantes –Pedro Sánchez y Pere Aragonès, pero también Pablo Iglesias con su indigerible equidistancia– en aprender las lecciones de un estallido mal gestionado por el sistema y aprovechado por los antisistema para desestabilizar. En lo que atañe al aniversario del 23-F, asistimos ayer a una celebración institucional agridulce en la que faltaron el protagonista que hizo descarrilar el golpe –Juan Carlos I con su intervención televisada, en uniforme de capitán general– y los partidos nacionalistas e independentistas, que piden romper con el régimen del 78. Cuando teníamos que estar celebrando que las instituciones democráticas resistieron una asonada que tuvo mucho de Celtiberia Show, lo que algunos hacen es aventar sospechas y abrir melones que no tocan, y que a lo único que conducen es a desacreditar nuestro modelo de convivencia. Cuarenta años después, se dan la mano los nostálgicos del franquismo y los secesionistas y antisistema que buscan dinamitar la Constitución. Que Felipe VI haya reivindicado el papel decisivo de su padre es un acto de justicia, y como tal lo aplaudimos. Vemos en el gesto regio una oportuna recuperación de la verdad histórica. También, quizás, un guiño a la balsámica sensatez de los moderados.

    24 feb 2021 / 01:00
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