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La veciñanza de Compostela Aberta

cuando Martiño Noriega logró alcanzar, en pleno auge de las hoy hundidas Mareas, la alcaldía de Santiago se propuso dar a todo el mundo una lección de urbanismo podemita a través de la remodelación de la calle Avenida de Vilagarcía desde su arranque en la plaza de Vigo. El resultado no pudo ser más kitch y penoso a pesar del dineral gastado, porque el coste fue mucho mayor que el invertido en otras rúas del Ensanche que quedaron muchísimo mejor. Las quejas de la veciñanza, a la que tanto invocan ahora los pocos concejales de Compostela Aberta que aún quedan en Raxoi cuando se refieren a las últimas obras realizadas en Concheiros o Rodríguez de Viguri por el Ayuntamiento y la Xunta, tampoco sirvieron de nada en su momento. Al final, en suma, la Avenida de Vilagarcía quedó rematada con un pavimento al estilo playero que se va disgregando como si de arena se tratase mientras que las aceras vieron cómo surgían varios bancos sin respaldo en los que nadie, por incómodos, se sienta, unas extrañas mesitas cilíndricas inservibles y otras cuantas esculturas conceptuales y feas como un demonio. Hasta un repetidor de parvulitos hubiese diseñado algo más acogedor y agradable que la parida que vio la luz. Ahora ha sido de nuevo la veciñanza la que, harta de tanto feísmo, ha recurrido a un artista con buen gusto, Julio Ferreiro, para que intente arreglar el desaguisado a base de mucho talento y de poco dinero (tan solo lo que gaste en materiales), misión que a buen seguro conseguirá en un plazo corto de tiempo. Lo que no logrará es, sin duda, que a los mareantes se les caiga la cara de vergüenza.

20 sep 2022 / 01:00
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