Lavandeira y la coña marinera

ÉL CAMINA despacito, que las prisas no son buenas... Como dice la legendaria canción de Fito y los Fitipaldis, a Emilio Lavandeira, genio y figura de la fotografía y de la vida en general, le pudimos ver hasta hace muy poco tiempo paseando a ritmo muy lento por las calles de Santiago, siempre con una sonrisa irónica en la boca, siempre saludando con amabilidad a innumerables vecinos y siempre pegando la nariz a mil escaparates en busca, quizá, de noticias frescas. En invierno, embutido hasta el cuello en gruesos jerséis de lana; y en verano, cruzando plazas en mangas de camisa y con la chaqueta doblada en el brazo. Emilio no es el soldadito marinero de la canción de Fito, pero de coña marinera siempre estuvo más que sobrado. La retranca típicamente gallega ya la cultivaba de joven, como cuando le dio por publicitar su estudio profesional con el lema de “Lavandeira, el peor fotógrafo y el más caro”, y la fue perfeccionando de una forma elegantísima según transcurrían los años, hasta el punto de que iniciar cualquier conversación con él suponía acabar metido en un bucle de frases surrealistas y de carcajadas seguras. Solo las personas inteligentes saben reírse de la vida, y en eso él es un maestro, pero también siempre tuvo un don especial para saber retratar la realidad con una sensibilidad, una elegancia y un enfoque muy especial, como corresponde a los verdaderos artistas del periodismo gráfico. Emilio, nacido en Ortigueira hace ochenta y tantos años, tiene méritos más que suficientes para figurar en la lista de hijos adoptivos de Santiago y muchos miles de compostelanos desean, como ha propuesto el BNG, que así sea cuanto antes. Aunque lo que más deseamos es verlo caminar de nuevo despacito por las calles y las plazas de su ciudad. Y disfrutar de su inigualable coña marinera.

BEATRIZ CASTRO/Periodista