Más mercadillos en Santiago

SANTIAGO es una ciudad ideal para celebrar todo tipo de ferias callejeras, pero la desidia siempre ha reinado entre quienes deberían preocuparse todos los días en sacar adelante iniciativas dirigidas a dinamizar la economía y dar alegría a las rúas. Esto ha sido así, hasta ahora, porque la simple inercia ha permitido que las cosas funcionaran relativamente bien. De abril a septiembre, los peregrinos y turistas se encargaban de llenar bares y hoteles; con la llegada del otoño, la merma de la actividad turística se compensaba con el inicio del curso universitario, con la consiguiente reactivación de los pubs y discotecas, y de cuando en vez, en cualquier mes, siempre caía del cielo algún congreso importante con muchos cientos de participantes de alto poder adquisitivo. ¿Para qué, entonces, salir de esa dulce rutina? Esa dinámica explica que no hubiera el más mínimo interés en organizar ferias de artesanía, ni de flores, ni medievales –las que hubo en su día se desinflaron como un globo de feria–, ni que se impulsara con más decisión las relacionadas con los libros nuevos o históricos. Varias de las iniciativas puestas sobre la mesa por colectivos de comerciantes, como Compostela Monumental, tampoco salieron adelante debido a la negativa de algún mandamás a montar puestos o casetas en el intocable casco histórico. En cuanto a las navidades, mejor ni hablar, porque hasta organizar un simple mercadillo se tornaba en una misión prácticamente imposible. Ahora la situación ha cambiado, la antigua inercia ya no mueve molino alguno y es necesario reinventarse. Por eso sería bueno empezar a trabajar de inmediato, como pide la Asociación de Hostelería, en la organización de un gran mercadillo de nadal parecido a los que se montan en innumerables ciudades europeas. ¿Seremos capaces de cambiar un poco el chip?

BEATRIZ CASTRO/Periodista