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Mata el virus, mata el hambre

    ¿es oportuno alertar sobre el riesgo cierto de una segunda recesión, cuando la tasa de contagios en España triplica el umbral de riesgo extremo? Sí, es oportuno y necesario. ¿Es oportuno poner el foco en el desplome de la economía, cuando las ucis de media España están más colapsadas que en la trágica primera ola, cuando la presión hospitalaria seguirá al alza durante al menos dos semanas, y cuando peligra la atención sanitaria a pacientes que no tienen COVID? Sí, es oportuno y necesario. ¿Es oportuno activar las alarmas por el frenazo en la recuperación, cuando los socios de la Unión Europea limitan otra vez los desplazamientos interfronterizos para intentar contener la propagación de las nuevas cepas del virus, más contagiosas? Sí, es oportuno y necesario. ¿Es oportuno, en fin, recordar que millones de familias y cientos de miles de empresas en España están a un suspiro del crac? Sí, sin duda, es oportuno y necesario. Lo angustioso de la pandemia es que la crisis sanitaria nos arrastra a otras dos crisis igual de letales: la económica y la social. Lo resume la sabiduría popular en una frase terrible, por exacta: si no nos mata el bicho, nos matará el hambre. Lo peor es que parece misión casi imposible buscar el equilibrio que nos permita sobrevivir a la tormenta perfecta de estas tres crisis. Digamos, para evitar malentendidos siempre desagradables, que la primera prioridad tiene que ser, sí o sí, la adopción de restricciones drásticas y de medidas urgentes para conjurar el riesgo de que el repunte de contagios colapse el sistema sanitario; y que la segunda prioridad, en paralelo, es garantizar la vacunación masiva y al ritmo necesario para doblegar definitivamente la curva de la pandemia. Dicho lo cual, consideramos que sería una irresponsabilidad mirar hacia otro lado, practicar la estrategia de los avestruces, ante la evidencia palmaria de los estragos del COVID en las economías de la eurozona, con especial incidencia negativa en la española. Es un utilísimo balón de oxígeno que Bruselas mantenga los estímulos, por supuesto, pero no hay garantía a estas alturas de que vayan a ser suficientes para resistir el impacto del monstruo. Por poner un ejemplo, debería preocuparnos muy mucho el temor de los directivos de más de ciento cincuenta mil empresas en España a que antes del verano tengan que echar el candado y cerrar definitivamente. En este dantesco escenario, toca tirar de ayudas directas si concluimos que proteger la salud es incompatible con salvaguardar la economía. Así (de mal) están ahora las cosas.

    23 ene 2021 / 00:00
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