Obsoletos semáforos que van a piñón fijo

AUNQUE muchos agoreros pronosticaban que el vial de Clara Campoamor se convertiría en una ratonera de coches por culpa de los cerebritos que se empeñaron en plantar allí la nueva estación de autobuses de Santiago, lo cierto es que nada de eso ha pasado. La circulación es más lenta, sí, y en momentos muy puntuales se montan pequeñas retenciones tanto en la rotonda de Sar como en la de Pontepedriña. Sin embargo, en absoluto son comparables a las que sufren a diario, desde hace muchos años, cientos de conductores en los accesos a los polígonos industriales, o los que circulan por el Hórreo hacia la plaza de Galicia, o los que cogen Virxe da Cerca para llegar al centro. Esos puntos sí que necesitan someterse a una replanificación muy ambiciosa desde el punto de vista del tráfico, pero las distintas corporaciones municipales van sucediéndose sin encontrar una solución. En el caso del polígono de Costa Vella, todo indica que la presión de entrada y salida disminuirá de una forma notable cuando se construya el denominado enlace orbital, que permitirá a una buena parte del tráfico ligero y pesado escapar con rapidez hacia la autovía de Lavacolla y la autopista, pero en otros enclaves saturados parece reinar el pasotismo y el derrotismo institucional. Parece como si no se pudiese hacer nada, cuando a buen seguro sí se conseguirían resultados sobresalientes con el mero hecho de cambiar los semáforos actuales, que van a piñón fijo, por otros inteligentes que sean capaces de regular con más eficacia el flujo de peatones y de vehículos. ¿Por qué entonces seguimos igual que hace 30 años? Nadie sabe dar una explicación racional, pero mientras tanto seguimos llenando el casco histórico de cámaras y de otros artefactos que en teoría serán muy útiles para regular con efectividad la entrada de visitantes. En fin...

BEATRIZ CASTRO/Periodista