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Pues eso, hasta aquí hemos llegado

    podríamos decir que el discurso de Pablo Casado para desmarcarse de Vox, sin medias tintas, recupera al PP como partido de Estado, y diríamos verdad. Podríamos decir que Pablo Casado fulminó con su discurso la foto de Colón y transformó la moción de censura en su primer gran triunfo parlamentario, y diríamos verdad. Podríamos decir que Pablo Casado desnudo las tóxicas imposturas de Santiago Abascal y se sacó de encima el estigma de la derechita cobarde que le había colgado el líder ultra, y diríamos verdad. Siendo todo esto así, nos parece, sin embargo, que el retrato más certero de lo que significa el giro copernicano del líder popular lo hizo Pablo Iglesias, su némesis, cuando desde la tribuna del hemiciclo aplaudió a Casado por su discurso “brillante, canovista y digno de la derecha española más inteligente”. Dijo luego que “llega demasiado tarde”, pero ese es otro cantar que tiene mucho que ver con las guerras partidistas y muy poco con los intereses generales. La gran noticia para la imagen de la política española –¡tan desacreditada, ay!– y para el país es que Casado ha sabido sintonizar con una mayoría abrumadora de la sociedad, con su sonoro portazo al radicalismo y la posverdad abanderados por Vox. En apenas treinta minutos de conmovedora lucidez, resituó al Partido Popular en el centro del tablero político con su balsámica apuesta por la moderación y por Europa como proyecto común e irrenunciable. Desde este jueves, el PP puede volver a presumir de reformismo, pluralismo y tolerancia. Desde este jueves, puede reivindicarse como la alternativa para el cambio tranquilo, capaz de impulsar el libre mercado y de reforzar los pilares del Estado de las Autonomías. Desde este jueves, puede sacar pecho por su apoyo a un europeísmo moderno, innovador y ecologista. Por eso, el discurso que da aire al liderazgo de Casado en el centro-derecha –dijo “lo que esperaban la mayoría de los españoles”, le felicitó Feijóo– es una excelente noticia para la estabilidad de España y para el futuro de la Unión Europea, tan cuestionado por populistas y escépticos. “Hasta aquí hemos llegado”, le espetó el presidente del PP a un noqueado Abascal. Queda ahora lo más difícil, no nos engañemos: que nuestros líderes políticos sean capaces de dialogar desde la lealtad y la responsabilidad, de tejer consensos para reforzar las instituciones y de buscar soluciones a la pavorosa crisis del covid. No solo a la sanitaria y a la económica, también a la social.

    24 oct 2020 / 00:10
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